NOS COMIÓ LA CRIMINALIDAD

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En las ciudades principales del Eje Cafetero, no estábamos acostumbrados a lidiar con temas que, seguramente, han sido el pan de cada día en otras regiones del país. No es que fuéramos una zona exenta de problemas, es que los grupos armados ilegales no tenían una presencia tan significativa en nuestras ciudades, ni siquiera el narcotráfico, como en este momento.

Se trata de la economía, ya que estamos siendo invadidos por los capitales que provienen de las rentas de los negocios ilegales (tráfico de drogas, minería ilegal, etc.), lo que se nota en la proliferación de comercios con desproporcionadas inversiones, en el mercado inmobiliario de lujo, y hasta en las cuentas en restaurantes y supermercados. Estos capitales han inducido a una inflación real que hace que nuestras ciudades hayan pasado a ocupar los primeros lugares en el costo de vida a nivel nacional.

A este panorama, que ya es desalentador, hay que sumarle la guerra por el control del microtráfico que venimos viviendo, al menos en Pereira y Dosquebradas, de manera muy intensa hace dos años, y que ha puesto al menos tres muertos diarios, sin que exista acción contundente o explicación satisfactoria más allá de algún comentario banal y pintoresco del gobernante de turno que ha manifestado algo como “se están matando entre ellos”.

Pero como estos fenómenos no vienen aislados, esta liviandad, esta complacencia indiferente con la que se vive en nuestras ciudades la toma de control de muchas áreas de la economía y la vida social por parte de estos poderes ilegales, trae también otros asuntos que afectan a la ciudadanía en general.

Por ejemplo, estamos siendo golpeados por un aumento inusitado de robos a residencias, de asaltos en centros comerciales, y de procesos extorsivos de todo tipo: extorsión a comercios, llamadas extorsivas, etc.

En cuanto a las extorsiones, en los últimos días ha ganado terreno un tipo de llamada que parece distinta a las ya habituales, una realizada con bases de datos en mano a las cuáles deben haber tenido acceso los delincuentes de alguna manera.

Parecerían bases de datos de las Cámaras de Comercio porque la llamada amenazante, en nombre de un grupo paramilitar que da al afectado “doce horas para abandonar la ciudad”, hace referencia a datos muy precisos: número de cédula, dirección, correo electrónico de la víctima, entre otros datos.

He recibido varias denuncias de personas afectadas, y la exactitud en el discurso y la coincidencia del mismo número telefónico del que se hicieron esas llamadas me movió a acudir al señor Gobernador de Risaralda, Juan Diego Patiño. Agradezco por este medio su atención y diligencia en la respuesta, y la de su Secretario de Gobierno.

La comunidad se asusta muchísimo cuando se le presentan este tipo de situaciones y se queda desconcertada, sin saber a dónde acudir o qué hacer. Valga la pena anotar que lo recomendado es colgar inmediatamente, bloquear y reportar el número telefónico a las autoridades.

El consejo más difundido es no responder números desconocidos, pero hay que entender que en estos casos se trata de comerciantes (por lo de las bases de datos), a los cuáles les queda difícil no contestar a sus potenciales clientes que, seguramente, no están todos en sus contactos.

En vista de lo preocupante de la situación, hago por este medio un llamado las autoridades:

  1. No permitan que nuestra región se la tome la anomia: las motos, entre otros, hacen lo que les viene en gana en las vías y avenidas de Pereira sin que haya autoridad alguna para evitarlo, pero podrían instalarse cámaras, entre otras medidas.
  2. Ejerzan autoridad y justicia, dando una pronta respuesta a los llamados de la ciudadanía, que se siente desprotegida.
  3. Divulguen información, identificando canales de atención oportunos, para evitar que los delincuentes hagan de las suyas atemorizando a la población.

Porque lo otro que nos queda es un escenario aún más preocupante, y es la justicia por mano propia. Créanme que la gente se está armando masivamente, porque se están cansando de que toda norma se viole sin consecuencias y, sobre todo, de que se les robe en tan intolerable impunidad.