En el mundo de la aviación, solemos pensar que la competitividad de un aeropuerto se mide por la cantidad de vuelos que ofrece cada día. Más frecuencias, más aerolíneas, más pasajeros, sin embargo, la realidad es mucho más compleja.
La verdadera fortaleza de un aeropuerto no está únicamente en cuántos vuelos despegan o aterrizan, sino en la robustez de su red de frecuencias, la resiliencia frente a imprevistos y la fiabilidad de la conectividad que garantiza a la ciudad y a la región.
El caso del Aeropuerto Internacional Matecaña de Pereira, en tres episodios recientes, ilustra con claridad cómo un alto número de vuelos programados no necesariamente asegura una conectividad sólida.
El pasado jueves 27 de noviembre, la ciudad amaneció con una espesa capa de niebla. En la programación del Matecaña figuraban 32 frecuencias: Entre las nacionales, 20 vuelos a Bogotá, Avianca (14), LATAM (3), JetSmart (2) y Clic (1). – 7 vuelos a Medellín, con Clic (4), Avianca (2) y LATAM (1). Otras frecuencias incluían Cartagena y la Costa Atlántica. En el frente internacional 2 vuelos a Panamá, operados por Copa.
A primera vista, la oferta parecía amplia y diversa. Sin embargo, la realidad fue otra: de esos 32 vuelos, solo 8 salieron a tiempo, 4 sufrieron retrasos, 4 fueron desviados a Cali y 16 terminaron cancelados.
En esta instancia, la ciudad perdió su conectividad nacional con Bogotá, su principal hub, a pesar de contar con cuatro aerolíneas en la ruta. En el frente internacional, la situación fue aún más delicada: un vuelo de Copa desviado a Cali al mediodía y posteriormente cancelado allí, y el otro retrasado más de una hora en la noche.
En cuestión de horas, Pereira perdió el 50% de su conectividad internacional al hub de Panamá.
Este episodio demuestra que no basta con tener varias aerolíneas y múltiples frecuencias. Si la red no es robusta ni resiliente, un evento meteorológico puede dejar a una ciudad desconectada de manera súbita.
Solo dos días después, el sábado 29 de noviembre: la crisis del sistema ELAC de la flota A320 a nivel global. Este evento puso de nuevo a prueba la competitividad del Matecaña.
Airbus emitió un boletín de emergencia que obligaba a mantener en tierra toda la flota mundial de aviones A320 hasta actualizar dicho sistema de software del piloto automático.
La medida golpeó de lleno a Avianca, que opera más del 50% de las frecuencias en el Matecaña. La aerolínea suspendió la venta de tiquetes hasta el 3 de diciembre, y los retrasos se extendieron durante todo el fin de semana y de la temporada navideña en diciembre.
LATAM y JetSmart también se vieron afectadas, aunque en menor medida.
El resultado fue una conectividad nacional e internacional seriamente comprometida. De nuevo, la fragilidad de la red del Matecaña quedó en tela de juicio al no contar con una red más amplia de rutas internacionales directa y depender de Bogotá como principal hub y un operador dominante en esta ruta.
Finalmente, el pasado viernes 12 de diciembre, un evento en un aeropuerto que no tiene conexión directa con la ciudad de Pereira de nuevo puso de manifiesto que cantidad no implica competitividad. En Barranquilla un avión carguero de la aerolínea Aerosucre sufrió un accidente luego de un aterrizaje de emergencia.
Este imprevisto conllevó a un alto número de cancelaciones en El Dorado, lo cual resultó en una serie de retrasos notables en las operaciones del Matecaña.
La fragilidad de la conectividad del Aeropuerto fue evidente en estos tres eventos consecutivos. En el caso del Matecaña, la dependencia de dos hubs de conexiones principales (Bogotá y Panamá) y de una aerolínea dominante lo hace vulnerable.
Aunque en papel se ve un aeropuerto con cinco aerolíneas y decenas de frecuencias que además incluyen Medellín y Cartagena, en la práctica su conectividad puede colapsar ante un evento inesperado.
Lo que está en juego para Pereira es su competitividad como Ciudad. La conectividad aérea no es un lujo: es un motor de competitividad y la región.
Empresas, inversionistas, turistas y exportadores dependen de que el aeropuerto funcione como una puerta confiable hacia el país y el mundo. Cuando esa puerta se cierra, aunque sea por unas horas, las consecuencias económicas y sociales son inmediatas.
Por eso, pensar en la competitividad del Matecaña exige ir más allá del conteo de vuelos. Se necesita una estrategia que diversifique destinos, aerolíneas y aeronaves, que fortalezca la infraestructura para enfrentar fenómenos meteorológicos y que reduzca la vulnerabilidad de su red.
En un mundo donde las disrupciones son cada vez más frecuentes —desde tormentas, pasando por seguridad aérea, hasta crisis técnicas globales—, los aeropuertos que logren construir redes sólidas serán los que realmente impulsen el desarrollo de sus ciudades.
Para Pereira, el reto está claro: transformar la cantidad en calidad, y la frecuencia en resiliencia.




