NI DERROTA NI VICTORIA

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Los resultados de la consulta interna del Pacto Histórico no pueden reclamarse como una victoria, pero tampoco son una derrota en sentido estricto. Hay que entender estos resultados en su contexto.

Es verdad que fue una votación en tiempo frío, difícilmente comparable a la última medición de la izquierda que se hizo el 13 de marzo de 2022, el mismo día de las elecciones al congreso, y con Gustavo Petro, el político más popular de la historia reciente de la izquierda, participando en ella como precandidato.

Pero el resultado del pasado domingo 26 de octubre también muestra el máximo esfuerzo de un gobierno en el poder, con el presupuesto y los medios, que ellos usan sin ningún tipo de vergüenza, completamente movilizados en favor de sus intereses políticos.

Esta votación se ve afectada, además, por un fenómeno que algunos analistas han llamado “empleo militante”, y es que el gobierno sostiene un montón de contratistas a los que la subsistencia obligó, implícita o explícitamente, a votar.

La realidad que enfrentamos es la de una izquierda unida, que nos lleva un avance significativo a quienes aspiramos a derrotar al petrismo en las urnas: ya el presidente logró consenso en sus bases “duras” en torno al más pura sangre de su proyecto político, Iván Cepeda. Y, tiene listo el plan de salida para atraer a los menos radicales.

A mi juicio ese plan tiene nombre propio, Roy Barreras, candidatura que ellos ya han esbozado como la que liderará el “Frente Amplio”, lo que nos dejará enfrentando un candidato único de la centroizquierda.

Roy es un hábil político, sin duda, pero su rasgo más distintivo es su capacidad de camuflarse. Así que no asusta tanto como Iván Cepeda, y hasta se escucha a muchos decir que podrían apoyarlo porque lo entienden como una salida de transición. Cada uno debe valorar si en este caso, la salida de transición es conveniente o no.

Yo creo sinceramente que Roy no es lo que necesita Colombia. Pero considero que tampoco nos funcionan bien, a los que queremos recuperar la senda de un país próspero y tranquilo, las figuras de la derecha más radical como María Fernanda Cabal, Abelardo de La Espriella, Vicky Dávila o Santiago Botero.

Concentrémonos en De La Espriella, que parece despertar gran entusiasmo entre los más radicales de derecha -o los más desesperados por la caótica situación actual de Colombia-.

El discurso de Abelardo es claro y efectivo, tiene una buena imagen visual, asociada a su lema “firmes por Colombia” y a la figura del tigre. Despierta pasiones entre los que gustan de discursos primarios, como “eliminar al contrincante”.

Todo eso es entendible en este estado de ultra polarización, pero tiene graves defectos de fondo como, por ejemplo, no tener experiencia en cómo gobernar: no ha sido ministro o vicepresidente, ni Alcalde o Gobernador, ni siquiera congresista. A dirigir un país no se puede llegar sin saber, de eso ya probamos con Iván Duque y tuvimos una experiencia amarga.

Pero de él tampoco me gusta su postura un tanto fantoche, apareciendo en todas sus publicaciones con una puesta en escena evidentemente arribista: una muestra innecesaria de lujos y excesos de todo tipo.

Creería yo que, en un país con tanta desigualdad como Colombia, es impropio y hasta feo salir a hacer exhibiciones de poder económico y social, acompañando su presentación de una tendencia, fingida o real, a consumir alcohol.

En este país nos sobra ese tipo de cultura traqueta y nos faltan humildad, disciplina y austeridad. Necesitamos que en nuestro próximo presidente prime la sobriedad, en todos los sentidos posibles del término.

Todavía no sabemos para donde vamos. Personalmente he creído en la figura de Sergio Fajardo, y tengo con él una deuda de gratitud. Pero estoy en total desacuerdo con su última intervención en la que salió a echarse al hombro al “bacalao” de Gustavo Petro, después de su inclusión en la lista Clinton. Sin necesidad, Sergio ha cometido un grave error que distanciará a muchos.

Por ahora así van las cosas. Esperemos que quienes creemos en la necesidad de elegir un presidente de centroderecha podamos escoger, por el bien de Colombia, no al que parece el mejor candidato, el más simpático o el más mediático, sino y, sobre todo, al mejor dotado para gobernar este complejo país que tanto amamos.