Un tipo así, tan atravesado y coherente a la vez tiene que ser pereirano. Afirmo que el arquetipo telúrico del hombre y la mujer de este pedazo de cosmos tiene su fortaleza y a la vez su desdicha de ser vertido y controvertido, pero ante todo audaz en sus decisiones, como el tahúr de Sergio Stepansky que se juega su vida, contra uno o contra todos, con la certeza de que al final, porque nada es eterno, la tiene perdida, sin remedio.
Ese es el César Gaviria Trujillo que conocemos la generación que viene desde la mitad del siglo XX y que en buena medida fue el fruto de tipos como él, al estilo de Octavio Mejía Marulanda, Gustavo Orozco Restrepo, Alonso García Bustamante, Gildardo Castaño Orozco, Jaime Salazar Robledo, Santiago Londoño Londoño, entre otros tantos.
Y la historia suma otros varios de ellos, pereiranos nacidos en otras partes, como Camilo Mejía Duque, Juvenal Mejía Córdoba, Manuel Mejía Robledo, Jorge Roa Martínez; y empresarios que hicieron grande la industria camisera de Pereira cuya lista es tan larga que, para hacerles justicia, necesitaría varias columnas.
El reelegido director del Partido Liberal es la saga de esa estirpe. Tipos indomables que saben lo que quieren, que no se rinden y son casi previsibles porque tienen métodos aprendidos en el gimnasio de la política donde sacaron músculo y fuerza para hacer lo que piensan, tal como ocurrió en la polémica y escandalosa Convención Liberal de Cartagena el fin de semana pasado.
Desde los años 70 las Convenciones de Unidad Liberal -movimiento político que manejaban al alimón Oscar Vélez Marulanda y César Gaviria- se hacían en el Restaurante El Mirador. Eran los tiempos del “bolígrafo” que equivalía a listas preelaboradas de candidatos a cuerpos colegiados. Ah! … y se abría la sesión para elegir vicepresidente.
No solo en Pereira la palabra cambio está desgastada. La política colombiana no ha cambiado. ¿Por qué entonces se sorprenden que Gaviria haya hecho lo que hizo en Cartagena si todos sabemos por dónde va el agua al molino?
Es claro que el exministro Velasco y su pequeña corte fueron a la Convención como res al matadero.
Eso ya es historia porque Gaviria es de los que pasan rápido la página. Y si decidió avanzar su tarea en el berenjenal del anémico liberalismo, en consecuencia, lo que vienen son las preguntas del millón: ¿Qué es lo que quiere, cuál es la estrategia y cómo la va a ejecutar?
El gran dilema es si el liberalismo estará con o contra el gobierno Petro. Gaviria tiene el control de los senadores liberales, pero no así de los representantes a la Cámara. Y esto es clave porque en mecánica política nadie tiene nada para enseñarle a Gaviria. En especial porque los representantes tienen circunscripción regional con los votos contados; y con los concejales y diputados son la línea base de la votación para senado.
En ese escenario -y como en política no hay disciplina para perros- los votos de los grandes tenientes para senado no siempre son por el candidato de la región. Es ahí donde el director de un partido político pulsa su jerarquía, se juega sus mejores cartas y muestra de qué está hecho.
No obstante, el deterioro político e incluso el desgaste físico que se le observa, Gaviria tiene herramientas de alto valor para su ejercicio en esta fase crucial de la política colombiana.
Claro que cuentan su experiencia con la mecánica política, ascendencia en la mayoría de los congresistas y capacidad para interlocutar con el Gobierno. Por lo visto en Cartagena, tiene un eficiente equipo de asesores y lo más importante y letal, es el dueño de los avales de todo el que se quiera hacersev elegir congresista por el Partido Liberal.
El mensaje parece contundente. Si César Gaviria se atraviesa en las aspiraciones de una parte del liberalismo, si se juega su jerarquía dentro del partido, si audazmente controla cada detalle de la Convención, es porque debe haber leído muy bien la actual coyuntura política del país y debe tener un plan.
Hay que estar atentos porque en política lo único cierto es lo que ya pasó.