LEONEL ÁLVAREZ, EL DEFENSOR DE PEREIRA

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Pocos como Leonel Álvarez para entender lo que es un auténtico liderazgo integral, integro e integrador. Como jugador, como técnico y como persona, es uno solo; o, como definía el maestro Miguel Álvarez de los Ríos a los de esa estirpe: hechos en cemento armado.

Ya lo había hecho cuando se estaba despidiendo del fútbol como jugador activo en ese medio campo donde aprendió desde niño que cuando es a defender es con toda; y cuando es a ganar, es atacando. Como en la vida misma.

Los aficionados al fútbol ya sabíamos que con Leonel – “cuando es ya, es ya papito”-. Y pese a que en la más de las veces esa actitud enhiesta no cambia nada, el tipo tampoco se guarda nada. Tal parece que le gusta vivir bien y feliz con él mismo.
En la rueda de prensa del viernes, al cumplir sus dos sanciones de tres partidos cada una, al reintegrarse formalmente como director técnico del Deportivo Pereira, no fue sorpresa para nadie que lo conociera, escucharle decir lo que veía y sentía sobre los arbitrajes que hoy le niegan a nuestro equipo una ventaja más holgada en la punta del campeonato.

Escuchando a Leonel, sentí que estaba hablando un pereirano nacido en Medellín.
Hace varios años en un partido contra Santa Fe en Bogotá, una pelota quedó en un pantanero a tres metros del arco del Pereira y fue decretado gol. Ante esa infamia registrada en video, nadie dijo nada. Nos morimos de miedo.

Hay que aprender -si toca- a dirigir desde la tribuna, como Leonel. No como ciertos dirigentes cívicos, políticos y gremiales que no quiebran un huevo, ni se comprometen, salvo con sus propios intereses o de sus grupetos. Van del útero al sepulcro sin estremecerse, según León Bloy. Es probable que Leonel, luego del partido contra Águilas Doradas sea otra vez sancionado por criticar arbitrajes perversos y atreverse a decir verdades: que el fútbol no se merece esos torcidos mediados por tecnología VAR y que nadie quiere una tragedia en un estadio por causa de decisiones que van más allá de las sospechas.

No olvidemos que los mismos periodistas de Barranquilla que vinieron a Pereira al juego con Junior, confesaron y argumentaron durante la semana siguiente que al Pereira le habían robado el triunfo en su propia casa y en nuestras narices.
Cuando escribo estas notas me preparo para ir al estadio Hernán Ramírez al que siempre llego cuando ya no hay puesto en occidental baja. Pero siempre alguien me abre un campito en algún rincón.

Porque ese es otro plus: la hinchada. Sea el momento para felicitar a Lobo Sur y el cambio de 180 grados desde los tiempos aciagos de vulgares barras bravas retadoras del código penal. Hoy el resto del estadio está pendiente de que Lobo Sur, como orquesta invitada, inicie la fiesta y el coro de los cánticos victoriosos que incluso niños y mujeres saben de memoria.

Mientras el Deportivo Pereira tenga un técnico con el carácter de un líder auténtico y jugadores que dejen el alma en la cancha, ganen o pierdan, ahí estaremos los hinchas apoyando, sufriendo y disfrutando, esa extraña y pasional mixtura de emociones que el buen fútbol sabe endosar.
El equipo que nos hizo campeones con Alejandro Restrepo y este Deportivo Pereira de Leonel Álvarez, llenan el alma del hincha y de la ciudad. Cuando el Pereira pierde sin luchar, el espíritu de nuestra ciudad es triste y gris.

Otra cosa es cuando los pereiranos sentimos que el Deportivo Pereira es un hueso duro de roer porque es un equipo de guerreros ganadores, de héroes modernos ejemplo a seguir en la cotidianidad de nuestras vidas. Lo que los pereiranos merecemos.