Como decía jocosamente mi padre: “en una escasez que hubimos”, me correspondió, en mi calidad de presidente del Senado de la República, en compañía de la senadora Piedad Córdoba, dirigir el Partido Liberal Colombiano.
Recuerdo cómo el gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, nos invitó al que resultó un cordial almuerzo en su despacho; ese mismo día por la tarde realizamos otra reunión.
Era alcalde liberal del municipio de Envigado, por quinta vez, el político Jorge Mesa, quien además de oponerse al sistema de transporte metropolitano del Valle de Aburrá, lanzó, en disidencia, su candidatura a cargo de elección popular, razón por la cual Piedad y yo decidimos visitarlo para conocer sus razones y consolidar a un solo candidato del partido para esos comicios.
Mesa quien mostró, una y otra vez no tener contrincante de peso en su municipio, se postuló sin ninguna posibilidad de éxito, pensábamos nosotros, por su animadversión al candidato oficial, reunión muy divulgada por la prensa local, que nos entrevistó al fin de ese evento.
El burgomaestre nos recibió displicente, acostado en el sofá de su despacho nos despachó con cajas destempladas, “no me interesa ni el partido ni su dirección y mantendré mi candidatura hasta que me venga en gana”.
Cómo nos cambia la vida: Piedad, congresista liberal e integrante del sector que dirigía quien posteriormente fuera ministro de comunicaciones, el senador William Jaramillo; el entonces eficiente vice procurador general de nación Montealegre, el ministro de Uribe y designado a la presidencia de la República, a quien ayudé para que el congreso le designara a tan alta e inútil distinción, Juan Manuel Santos; el padrino de su hijo y quien declaraba: “de frente con el Presidente” Roy Barreras, el obsecuente y continuo visitante al palacio presidencial, el senador Benedetti, para no aburrirlos con la larga lista de quienes de ser: amigos, leales y electores de Álvaro Uribe, posteriormente se convirtieron de sus detractores, enemigos y actores para destruir a quien era su faro y guía.
Si quienes ayer eran y hoy dejaron de serlo, me pregunto: ¿Cómo será lo que viene ocurriendo con el juicio que hoy es una telenovela?; espectáculo en el que lo que es evidente deja de serlo de cuenta del cartel de la toga entre quienes ya se encuentran condenados los magistrados Malo y Ricaurte, de Reyes un ponente quien compartió oficio con la esposa del moderno inquisidor, y heredero de Torquemada, y de otros quienes convirtieron a la víctima en agresor y al agresor en víctima.
Alguien puede creer que la peregrinación por cárceles en Colombia y en los Estados Unidos para convencer a convictos para que declaren en contra de quien se quejó por esa actividad que desarrollaba el senador Cepeda, mismo que quiere que la justicia y el país crean que los peligrosos condenados por delitos tan graves como: secuestro, asesinato, masacres, accedieron a hacer parte de esa persecución sin pausa y lo peor considerar que esas declaraciones se dieran a cambio de nada.
Los lujos y regalos que recibió el secuestrador peligroso criminal Monsalve, quien ni siquiera conoció a Uribe, su matrimonio con la fabricadora de pruebas y cercana con los sembradores de muerte y miseria, y que todo ello fuera a cuenta de viva la patria y no por las promesas, a quienes se sumaron a la persecución, algunas ya suficientemente demostradas como: regalos, la reducción de penas, acceso a la JEP, concesiones no solo al preso sino también a sus familiares de asilos en Europa, todo ello tal como se ha escuchado en el juicio donde decenas de testigos dicen y de quienes les contradicen, aquellos pasarán a la historia como actores del teatro negro colombiano.
Como buenos jueces hay, la torta se va a voltear y el inquisidor será quien tendrá que demostrar que no sobornó ni trató de fabricar pruebas.