Dos peces gordos de la política están presos en la cárcel La Picota. Pero, con los procesos judiciales por delitos de corrupción casi nunca pasa nada. Mala señal y patente de corso para los delincuentes de cuello blanco en sus aventuras temerarias. Risaralda no escapa a ese lodazal.
Dan grima los casos de corrupción en un gobierno nacional elegido con la esperanza de, al menos, “reducir la corrupción a sus justas proporciones”, como dijo en los años 80 el expresidente Julio César Turbay.
Según la Corte Suprema de Justicia, el expresidente del Congreso Iván Name, acusado de los delitos de cohecho impropio y peculado por apropiación agravado, “es un peligro para la sociedad”.
Name es el mismo personaje que, siendo dueño de la agenda del Senado como todo un líder opositor desafiaba al gobierno con peroratas filibusteras mientras negociaba por debajo de la mesa.
La Corte acusa a Name de recibir $3 mil millones de ese nido de corrupción que por años ha sido la UNGR y también mandó a La Picota a Andrés Calle, expresidente de la Cámara, por haber recibido $1 mil millones.
Es la primera vez que políticos caen presos y no alegan que es persecución política. No lo hacen porque saben del distanciamiento de las altas cortes con el presidente de la República.
El exministro Luis Fernando Velasco declaró en la Corte que los congresistas pidieron $80 mil millones para aprobar las reformas. O sea que, si la Corte va hasta el fondo, caerían docenas de congresistas. Difícil creerlo.
Hay que desconfiar del discurso filibustero de algunos políticos que dicen estar en desacuerdo con las reformas que se tramitan en el Congreso. Es la manera de presionar la mermelada. Y por eso, el Congreso no hace reformas sustantivas.
La corrupción en el Congreso y el alto gobierno es cuento viejo. En Francia, Sarkozy fue condenado por corrupción. Del caso Odebrecht el expresidente del Perú Ollanta Humala sentenciado a 15 años de prisión. El expresidente Martinelli de Panamá, asilado en Bogotá. Del caso Odebrecht en Colombia no se volvió a mencionar gran cosa.
Risaralda ha registrado escándalos de corrupción que han sacudido la opinión pública. Salvo uno que otro, esos procesos duermen el sueño de los justos.
El más reciente es el caso de la Avenida Colibríes que tiene en la cárcel al exalcalde Maya, su jefe de infraestructura Milton Hurtado, un interventor y un ingeniero contratista. Los rumores señalan que en breve estarían en libertad por vencimiento de términos.
Del robo de las cesantías al Municipio de Pereira, con pruebas por montón, desde octubre de 2022 no se sabe nada.
En la película Un hombre con principios, el deprimido Denzel Washington dice: “La pureza no puede sobrevivir en este mundo”.
La corrupción es tan vieja como la humanidad, pero en estos tiempos anda tan desaforada que, como dice el refranero popular, está como la parroquia de mi barrio: no tiene cura.