El mayor modelo de populismo en Latinoamérica lo encarno Eva de Perón, cuando en uno de sus muchísimos discursos frente a centenares de miles de “descamisados” anunció que los salarios de la clase trabajadora subían un 35% desde ese preciso momento, sin tener en cuenta los efectos económicos qué representaba semejante medida para los empresarios y, lo que fue muchísimo más grave, abriendo el camino a esa era de alzas salariales que caracteriza desde entonces a la economía argentina, donde las masas siguen eligiendo gobiernos afines al peronismo y estos siguen alimentando esa especie de “inflación permanente” que hace de ese país un caso único en Latinoamérica y quizás en todo el mundo.
El populismo “tipo Perón” interpreta el mundo según la creencia de que solo sus dirigentes saben lo que es bueno para la economía y no los pérfidos capitalistas qué solo piensan en acumular dinero a costa de la clase trabajadora, de allí qué en la Argentina se repitan hasta el día de hoy esa clase de gobernantes, y también se repita la irremediable inflación.
Pero algo bueno tiene semejante aberración: por unos meses el alza de salarios parece mejorar la suerte de los trabajadores, hasta qué la subida de los precios y en general del costo de la vida se traga indefectiblemente semejante ilusión.
Pero el populismo de Petro es otra cosa: se alimenta de discursos efectistas y no de realidades concretas.
Vive lanzando consignas y encabezando movilizaciones, pero nada que trasforma la economía porque carece de los instrumentos políticos para hacerlo: no tiene mayorías en el congreso y no se atreve a decretar la emergencia económica debido a que la Corte Constitucional no se presta para esta clase de maniobras, como pasó en un caso con la Guajira.
La desaprobación del gobierno Petrista crece cada día entre la opinión pública y entre de las fuerzas opositoras.
Estas han elevado el nivel de los debates y sus propuestas son muchísimo más sensatas, contrapesando así la pobre labor del populismo petrista que se alimenta solo de discursos y más discursos, y no de soluciones concretas.