Después de ver la infame vulgaridad con la que se expresó el actual atisbo de humano que hoy se presume presidente de Colombia, revelada sin matices por Vicky Dávila, a uno no le queda duda de que este país ha tocado fondo.
No ya por la economía tambaleante, la seguridad en ruinas o la institucionalidad resquebrajada, sino porque en la cabeza del Estado reposa un personaje impresentable, indigno, zafio, que representa lo más bajo y vulgar de nuestra política.
Un sátrapa con ínfulas de mesías, rodeado de una corte de ministros mediocres, activistas, fracasados profesionales y resentidos sociales.
Y entonces, inevitablemente, uno se pregunta: ¿Yo qué hago? ¿Cómo expreso esta indignación, esta zozobra, este asco que siento por este desgobierno?
Nos lo hemos preguntado muchos. Pero lo que realmente paraliza no es la falta de ideas. Es que nos enseñaron, mal que bien, que la oposición solo se vale si se hace como la hizo la izquierda instrumentalizada: marchando, gritando, vandalizando, incendiando el país para luego exigir que se lo entreguen. Nosotros, en cambio -y aquí uso la primera persona del plural con plena consciencia- ¡No somos así!
Nosotros somos los otros colombianos. Los que trabajan. Los que madrugan. Los que crean empresa. Los que pagan impuestos. Los que no tienen tiempo para destruir, porque están demasiado ocupados construyendo.
Y sí, somos la gente de bien. No esa caricatura ridícula que pretendieron inventarse desde la izquierda mamerta para ridiculizarnos. Gente de bien es quien produce valor, quien genera empleo, quien cumple la ley, quien vive de su trabajo y no del Estado. Somos los que mantenemos a flote este país a pesar de este gobierno.
Y por eso no salimos a bloquear calles ni a romper vidrios. No nos disfrazamos de revolucionarios con sombrero ajeno, ni nos inventamos causas para justificar el caos. No tenemos tiempo para eso. Pero sí tenemos tiempo, responsabilidad y carácter, para hacer algo más grande: mantener funcionando a Colombia.
Esa es nuestra revolución.
Esa es nuestra lucha.
No destruir, sino sostener.
No arrodillarnos, sino resistir trabajando.
No callar, sino alzar la voz con hechos, con decencia, con coraje.
Los políticos tendrán su día. Las urnas hablarán. La historia pasará factura. Pero desde ahora, desde este presente sombrío, desde este país gobernado por la vulgaridad, nosotros decidimos no rendirnos.
Y eso, aunque no salga en los noticieros, es también una forma de revolución.
#FueraPetro
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Juan Nicolás Gaviria es economista y magister en Administración de Empresas de la Universidad Javeriana de Bogotá. Especialista en Gestión Tributaria y Aduanera de la Universidad Libre Pereira, Empresario y emprendedor serial, presidente y fundador del primer sindicato de empresarios del país “Siempre Colombia». Agudo columnista de opinión en GQ Tu Canal.
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