LOS NEGROS CRESPONES DE LA MUERTE

“Pero más que el amor y el ensueño pudieron la envidia y la rabia”; el duelo del mayoral es hoy el duelo de Colombia, de la justicia, de los valientes como Miguel, quien fue asesinado por cobardes que contrataron a un niño asesino y se esconden, ese crimen de Estado es el resultado del odio pregonado desde el solio de los presidentes, de la lucha de clases a la cual convoca con los tambores de la guerra quien se viste con la túnica de la paz, la cual, como la tierra prometida, terminó siendo la mortaja de la guerra sin fin.

A la Colombia buena, la que quiero y defiendo, la que merece mejor suerte y un futuro de paz, de progreso, sin crimen ni criminales y menos de ellos en el poder, a esta tierra de mis mayores le duele, ha sido herida, tiene rabia y quiere justicia, la que desgraciadamente tiene entre sus huestes a muchos fanáticos quienes, sin pudor, imparten injusticia, esta patria la de los que con las manos manchadas de sangre nos venden la promesa de la paz, cuando solo nos han brindado la de los sepulcros, a esta la patria bendecida, a la que visita cada mañana el sol que hace germinar la semilla, a esta diversa, bella y que no se rinde ante la adversidad, ella está de luto.

A muchos nos duele Miguel, pero sin duda mucho menos que a los suyos, a su hijo que no entiende la razón por la cual le privaron del amor de su padre, a su esposa, a su hermana, a su padre, a todos ellos, nuestra solidaridad y un abrazo dolorido.

Los del cambio tienen una respuesta a cada canallada, a cada asesinato, a cada masacre, a cada bomba incendiaria, a cada huérfano, a cada viuda, a todo responden que como sucesos similares ocurrieron en el pasado, ello es suficiente argumento para hacer caso omiso a lo imperdonable. 

¿Que han dicho los del cambio?, aquellos quienes hacen todo lo posible por incendiar a este país, he escuchado, a unos del Pacto Histórico que afirman que el asesinato de Miguel lo hizo la derecha, copiando lo que dijeron quienes atribuyeron al gobierno de los Estados Unidos la tragedia de las Torres Gemelas, Clara López dijo que todos han dicho palabras fuertes y por ello recordar las del presidente es usar políticamente el crimen; los más locuaces, como el lobo que se dice pastor, dijo que Miguel andaba orondo en silla de ruedas, que toda profesión tiene riesgos, que montar en bicicleta es comparable con el aleve disparo por la espalda.

Otra, la visitadora de cárceles, decía que los partes de la clínica eran un maquillaje, y completar el cuadro Petro dijo, refiriéndose a Miguel, que ese Uribe o Turbay, del quien no recordaba bien su apellido pero que no importaba puesto que el orden de los factores no altera el producto, le acusaba de amenazarlo, que no fuera una niña, que los congresistas que se oponían a su voluntad “no regresarían porque el pueblo les borraría, les diría bay bay”, que le estaban obligando al pueblo a enarbolar la bandera de la muerte, y ahora todos a una, como Fuenteovejuna, asisten al funeral con cara de acontecidos, a ellos se refería Miguel como sinvergüenzas, quienes nos recuerdan a Galarza y Carvajal, los asesinos de otro Uribe, el general y líder liberal caído.

Muchos de los parientes y amigos de quienes han sido víctimas de las balas asesinas, de los secuestros han dicho que perdonan, pero no olvidan, no podemos olvidar, no podemos aceptar como buenos a quienes pregonan la guerra, los que siempre encuentran culpables y nunca asumen responsabilidades.

Petro se ha radicalizado, se ha mal rodeado, la violencia crece, el despilfarro cunde, ofrece su respaldo a los Maduros y pacta con los presos mientras caen los inocentes y los soldados, los policías y los jueces probos y a todas estas nos repiten: no corran que no es para eso.

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Juan Guillermo Ángel Mejía es ingeniero industrial de la Universidad Tecnológica de Pereira. Exalcalde de Pereira y exsenador de la República. Es un pereirano de todas las horas y columnista de GQ Tu Canal

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