LAS PROXIMAS ELECCIONES

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Difícil recordar unas elecciones más polarizadas, controvertidas y, por qué no decirlo, amenazadas, que las que van a celebrarse en el 2026.

Tal vez la razón de este estado de cosas obedezca a las mismas lógicas en las que se desenvuelve el mundo, el auge de las redes sociales o los conflictos bélicos en diferentes latitudes, síntomas -difíciles de ignorar- del declive del capitalismo; una especie de conmoción que presagia, todavía, muchos movimientos: exacerbación de la violencia, redistribución de los territorios y recursos, cambio en las estructuras sociales y políticas.

En este escenario, en Colombia hemos vivido un gobierno errático y desconcertante, que ha usado la inflamación del discurso como un recurso político para mantenerse en el poder, e intentar ocultar su ya probada incompetencia en el logro del cambio que prometió en campaña.

Al tiempo, los colombianos estamos tratando de hacernos una idea del porvenir, y de discernir entre los más de setenta candidatos a la presidencia cuál será aquel que podrá enderezar el camino, y mantener el barco a flote a pesar de la turbulencia en los mares del orbe.

Para efectos prácticos, la política colombiana actual oscila entre extremos dirigidos por dos líderes: Gustavo Petro y Álvaro Uribe. Es claro para mí que Gustavo Petro es un gran político, aunque un mal gobernante. En cambio, a mi juicio, Álvaro Uribe fue buen gobernante, pese a sus fallos, y sigue siendo una voz que sustenta y recoge un pensamiento, una manera de ver a la sociedad que muchos podemos compartir.

Sometidos tal vez por su mismo carácter y su fuerte liderazgo, ninguno de los dos tiene un camino claro para lograr que un copartidario, de los próximos a sus afectos, gane la presidencia.

En ese contexto, la lucha se dará sobre todo en el centro. Quiero con esto decir que, si la aguja se inclina hacia uno u otro polo, dependerá de cómo se juega la campaña de los candidatos que no están totalmente alineados con ninguno de los dos extremos, aunque, necesariamente, hayan tomado distancia de uno de los dos.

Lo dijo claramente el expresidente Uribe en su última intervención pública, el pasado 17 de agosto: “La victoria tiene dos elementos: 1. Ganar las elecciones, y que con el gobierno que se elija gane el país, y 2. Una gran coalición para un gobierno de tránsito y de restauración democrática”.

Uribe es lo suficientemente sagaz y lúcido como para entender que, después del asesinato de Miguel Uribe, su partido no tiene la fuerza para ganar con un candidato propio e imponer las reglas del juego.

Personalmente me gustan los candidatos técnicos, en su orden: Sergio Fajardo, Mauricio Cárdenas, Juan Carlos Pinzón, Enrique Peñalosa, y David Luna. Ojalá se junten.

Me dirán los políticos de café que muchos de ellos, a excepción de Fajardo que se ha sostenido entre los primeros en las encuestas, no tienen votos.

Pero, en mi opinión, esta elección es tan atípica, y en ella se juegan tantos factores como la incertidumbre y el miedo, que creería que éstos inclinarán al colombiano de a pie a votar por fuera de la denominada “maquinaria”, al menos para presidente.

Y esta decisión será mucho más fácil de tomar si los candidatos se empiezan a juntar.

En mi propia confusión, no soy ajena a este desorden, he decidido apegarme a una idea para que guíe mi decisión: decantarme por aquellos que hayan gobernado. Este criterio es, a mi juicio, un punto decisivo. El estado de caos que va a dejar el actual gobierno no nos dará espacio para la improvisación ni el aprendizaje. ¡Y cuatro años pasan volando!

Si alguna lección nos deja el gobierno Petro es saber que ningún ser humano, por brillante que sea, es holísticamente capaz.

Y que las aptitudes que se requieren para ser buen congresista no son las mismas que demanda el ejercicio del gobierno. En ocasiones afortunadas, y escasas, hay seres humanos excepcionales que reúnen las dos características, grandes legisladores y buenos gobernantes.

Este no fue el caso de Gustavo Petro, y tampoco de Duque, y la realidad, que es tozuda, por fuera de todo empaquetamiento discursivo, así lo ha demostrado.

Cada uno definirá su criterio para decidir el voto en las próximas presidenciales, pero invito a los colombianos que lean este artículo a considerar la experiencia de haber gobernado o haber hecho parte de un gabinete de gobierno, por supuesto con buenos resultados, como un criterio pragmático y lógico, además de necesario, para retomar una senda tranquila y segura para Colombia.

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Martha Alzate Hincapié es Ingeniera civil con Maestría en Administración de Empresas y Doctorado en Literatura. Fue Secretaria de Planeación de Pereira y candidata a la Alcaldía de Pereira.Es columnista de GQ Tu Canal.

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