El poder político es como tener una nevera llena de alimentos. O sea, el político con poder formal y sabe que tiene poder real, también tiene conocimiento de que, esa capacidad de disposición de los bienes y servicios del Estado, le da ventajas sobre los contendores que no tienen poder formal, ni poder real.
En la ciencia política, el poder formal se entiende cuando el político tiene una investidura o credencial, es decir, es concejal, diputado, congresista, alcalde, gobernador, o congresista.
En tanto, el poder real se define como la capacidad de disposición, que, según el caso, es la atribución legal que otorga la investidura de gobierno en la rama ejecutiva. Si la investidura de poder real proviene de la rama legislativa, el político tiene control, dominio y potestad de decidir sobre los recursos públicos.
Es muy habitual en el lenguaje y los tejemanejes de políticos con gran control y dominio en gobiernos territoriales (alcaldías y gobernaciones) de llegar al extremo de dar órdenes, como: “no me toquen eso que es un compromiso político pendiente”. Eso es poder real con origen en el poder formal.
En ese modelo, nuestra democracia liberal contraria a las dictaduras, contempla en los procesos electorales territoriales e incluso en las elecciones presidenciales y de congreso, la alternativa del binomio gobierno-oposición.
Dicho en términos de la jerga electoral, la disputa por el poder se da en el escenario de una maquinaria continuista contra los aspirantes de la oposición enfocados y decididos a sustituirla o desplazarla.
En un proceso como el de las próximas elecciones a alcaldías y gobernaciones, detrás de los primeros, la línea base de votación cautiva está en los concejales; mientras los segundos se soportan en los diputados.
Contra el poder real, la oposición tiene su mejor arsenal basado en el desgaste político que el ejercicio de poder trae consigo, al ser incapaz de dar satisfacción a las necesidades, expectativas y compromisos. También, porque el gobernante fue lejano a la gente o incurrió en desbordamientos o fue precario en las decisiones públicas. El elector no olvida el abuso de poder o ausencia de autoridad del gobernante.
En cualquier caso, cuando el poder real quiere continuar disponiendo de la nevera del poder público, requiere de tres elementos claves: buena gestión, dinero y discurso. Con el dinero se puede llenar la nevera. Pero si la oposición tiene el discurso, puede llenar la nevera del elector por la vía del voto de opinión.
Si un candidato de gobierno o de oposición tiene capacidad de gestión, dinero y discurso, crecen sus posibilidades de éxito. Parece maquiavélico, pero en el mundo de la política, las cosas son así y los políticos lo saben.