LA CIUDAD PERFECTISIMA

En 1933, cuando Pereira era apenas un pueblo grande, Le Corbusier, gran arquitecto, escribió un libro titulado “La ciudad radiante”.

En esas páginas receta la   muerte para las ciudades irracionalmente desarrolladas, carentes de ejecutores responsables, insalubres y ofensivas al sentido estético.

Desde el siglo pasado se sabía pues que no estamos condenados al orden de los pueblos españoles: trazados alrededor de una plaza central, en la cual situaban la iglesia y el edificio municipal. Con un comercio que llenaba de toldos esa misma plaza y pasaba con el tiempo a las calles aledañas. Más adelante se añadían avenidas periféricas, según el flujo de los nuevos medios de trasporte.

Tal ha sido el panorama de nuestra querida Pereira, más o menos desde los años 50 del siglo XX.

Como vivimos en el tercer mundo, no escapamos a las contradicciones del tercer mundo. Ciudades bien situadas y acogedoras, como Pereira, se llenan de gentes pobres, necesitadas de trabajo y servicios básicos.

Contra esta realidad social se estrellan las concepciones tradicionales mejor estructuradas. Aparecen nuevos tipos de industrias, basadas en la pobreza. Actividades muy rentables, cuyo papel económico no está aún bien estudiado. Los planes de vivienda de interés “menos que social” atraen millares de personas. Con ellas llegan oficios nuevos, como el microtráfico. Y muchos “vendedores ambulantes”, siempre convertibles en “materia prima” de los directorios políticos.

El urbanismo predicado por le Corbusier es afín a la belleza y a la lógica. Según él, las ciudades del futuro darían fin a las feas calles que conocemos: llenas de usos incompatibles, de edificios incoherentes y disfuncionales fruto de una evolución histórica desincronizada.

Las vías de toda ciudad moderna deberían estar dedicadas a tareas específicas, como el trasporte de aquellas personas que trabajan o se dirigen a adquirir bienes de consumo. Esa funcionalidad evitaría las múltiples perturbaciones heredadas de un pasado irracional: Nada que ver con gentes ofertando bienes ocasionales en las calles…

Osar Niemeyer desarrolló las ideas de Le Corbusier. Brasilia, fue el paraíso de los arquitectos. Calificada en sus inicios como referente principal del modernismo, muchos la tienen hoy como una especie de templo consagrado al espíritu post moderno. A pesar de ser un laboratorio arquitectónico, en ella nada es improvisado, ni improvisable. Allí cada necesidad humana esta calculada y anticipada: Incluyendo la iluminación y hasta la respiración.

La geometría, la lógica y la estética se juntan para brindar a los humanos un espacio muy concreto de racionalidad, que linda con la exageración. Y todo esto en un país pleno de contradicciones raciales, políticas y económicas. Ejemplo vivo de esa ciudad perfectísima… que muchos consideran todavía imposible.

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Alfonso Gutiérrez Millán es abogado de larga trayectoria tanto en el sector público como privado habiendo sido Notario Tercero de Pereira, profesor universitario y excenso escritor ensayista cuyo estilo con profundidad filosófica y política se refleja en cada uno de sus textos. El Dr. Gutiérrez Millán es columnista de GQ Tu Canal.

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