Medio Pereira por fin sabe lo que piensa el senador Juan Pablo Gallo del mal momento que atraviesa su movimiento político y en especial, sus más cercanos colaboradores señalados por el Fiscal 20 de Administración Pública, José Ignacio Arias Ciro, de pertenecer a “una empresa criminal”. Con dineros públicos, eso nunca había ocurrido en Pereira.
En las redes y círculos sociales y políticos de Pereira se hizo viral la pregunta de por qué el senador Gallo nunca dijo nada sobre el escándalo de Los Colibríes y una semana después de iniciado el juicio penal, mantenía abrumador silencio sobre el proceso judicial al exalcalde Maya, al ingeniero Milton Hurtado y al interventor José Alberto Rojas. Esas voces dicen que en la alcaldía no se movía una hoja sin el beneplácito del senador Gallo.
Hay que entender que el senador Gallo es un político de oficio y no estamos en Inglaterra en donde en condiciones similares hay renuncias y efectos políticos inmediatos.
Al finalizar la semana, cuando venían en camino más capturas, el senador Gallo saltó como trucha en un video personal (no respondiendo preguntas en rueda de prensa), dando su opinión sin asumir ninguna responsabilidad política.
Al contrario, hizo alarde de supuestos éxitos de su administración, entre ellos la polémica glorieta de Corales de la que los electores le pasaron factura en las urnas.
Además, desde su estratosfera política el senador Gallo le pide al alcalde Mauricio Salazar que haga la segunda fase de la glorieta Corales (¿¿¿), y termine la primera y la segunda de Los Colibríes. No dice que Los Colibríes y Corales son un descalabro político y una aberración administrativa. Una vergüenza para la ciudad que tanto dice amar.
Mi recuerdo más remoto de Juan Pablo Gallo Maya viene de cuando se postuló como alcalde juvenil de Pereira a finales de los 90. Se movía como trucha en el agua y ayer como hoy, le daba lo mismo si la cosa era navegando aguas arriba o como hoy, chapaleando como trucha de estanque.
Cuando Gallo intenta ser fouchista, le va bien ignorando la gratitud. Olvida convenientemente que entre 2019 y 2024 decía: “El Cambio Continúa”.
Gallo conoce la audacia en todas sus formas para ir por el poder o para mantenerse a cualquier costo, incluso ahora, cuando en el caso Los Colibríes sus más cercanos tienen sobre sus cabezas la espada de Damocles. Para sus amigos pide sin pudor, que, “sobre ellos caiga todo el peso de la ley”.
Su primera experiencia pública como director del Instituto de Tránsito fue apenas una breve transición para hacerse elegir concejal de Pereira incurriendo en una supuesta inhabilidad.
Como presidente del Concejo, sin rubor condecoró a “su amigo del alma” Carlos Humberto Isaza. Luego le hizo la jugadita electoral que lo privó de ser senador liberal, porque en su cálculo político solo cabe él. Isaza dice que Gallo se mueve bien como político, pero muy mal como persona.
Hay que entender la megalomanía del senador Gallo. Él siente un frenesí inmarcesible por las promesas y el vedetismo. Eso es usual cuando se tiene poder. Pero ahora cuando solo tiene poder formal (la investidura de senador), y carece de poder real (disposición de los presupuestos públicos), se mantiene en las sombras y alejado de los medios que quieren preguntarle sobre sus dos procesos en la Corte Suprema de Justicia y sobre la captura de su alcalde y asesores en el escándalo de Los Colibríes.
Siendo alcalde y todavía lo hace, dice que la modernización del Aeropuerto Matecaña es obra suya, desconociendo lo que hicieron sus antecesores Israel Londoño y Enrique Vásquez, algo que sí hace el exalcalde Carlos Maya, quien incluso reconoce los recursos gestionados para el Aeropuerto por el fallecido senador Carlos Enrique Soto.
Recién elegido senador, en rueda de prensa anunció la construcción de siete grandes proyectos entre ellos un Megacable entre Salento y la vía a Armenia. Por ahora, nada.
Siendo alcalde sacrificó la autonomía financiera, administrativa y operativa del Instituto de Cultura y privó a Pereira del Instituto Financiero Municipal InfiPereira, porque necesitaba los millonarios recursos de la venta de la Telefónica y los $13 mil millones y los rendimientos financieros del préstamo al Municipio de Cartago cuyo alcalde Andrés Londoño me dijo que se los tuvo que pagar “porque me tenía seco”. Esos dineros los necesitaba para tapar -sin despeinarse- los sobrecostos de más de $30 mil millones del Megacable.
Hoy Pereira añora el InfiPereira desde donde se gestionó el Bioparque Ukumarí. En sustitución, Gallo creó la Empresa de Desarrollo Urbano que, nueve años después, ni empresa, ni desarrollo urbano, ni nada de nada.
Cuando se lanzó al senado escribí una columna diciendo que Risaralda necesitaba un senador liberal. Que Gallo iba a ser senador, pero no con mi voto. Está escrito y lo hice porque en materia política, siendo apenas un diletante, mi intuición asistida por el comportamiento de los aspirantes, es como Pereira: nunca falla.
Los comentarios de los expertos predicen que Juan Pablo Gallo no volverá a ser senador y que podría ser candidato a la alcaldía de Pereira en el 2027.
Hay que entender al senador Gallo, porque no hay esperanzas de que cambie su estilo como persona y como político. Para razones, el tiempo.
Stefan Zwaig que tan bien describió la personalidad y el carácter de Fouché, se divertiría escribiendo sobre el prototipo mixto de camaleón y trucha del senador Gallo. Él que tanto predica el cambio, debería predicar con el ejemplo. Al menos en la hora aciaga de sus amigos en el caso Los Colibríes.