EL PERIODISTA MÁS DISCRETO QUE CONOCÍ

El estilo periodístico de Gonzalo Valencia Benítez era impecable porque, como pocos en el medio, era sobrio, riguroso y profundo, pero sin ruidosos alardes ni falsas pretensiones.

Fue discreto hasta para morir a sus 85 años. Supimos de su fallecimiento gracias a la primera noticia del colega Danilo Gómez el pasado jueves 12 de junio, pero desde hacía seis meses había retornado a su Pereira porque estaba muy enfermo.

Gonzalo se fue de este mundo rodeado de su familia el pasado 28 de mayo, quizás con la intención de despedirse con la misma recurrente discreción con que vivió.

No creo equivocarme si aseguro que la moderación fue su único exceso. Quizás personas más cercanas y parecidas a él, como Hugo Ocampo Villegas o Henry Carvajal Castro, puedan certificar esta afirmación.

Lo que quiero significar y relievar es que tuve el enorme privilegio de conocer al periodista Gonzalo Valencia Benítez. Él sabía que todos le respetábamos porque lo mereció. Todos sus amigos sentimos lo mismo y él sabía de la admiración que siempre le profesamos.

Su robusta presencia física destacaba y no pasaba inadvertida, aun así, contrastaba con una discreción que caminaba por la cornisa de la humildad. Gonzalo transitó entre nosotros en el ejercicio del “maldito oficio”, llamado así el periodismo desde el tropo literario de Albert Camus -pero ajeno al sentido semántico de lo protervo y lo perverso- sino desde los contextos de las dificultades e ingratitudes del noble oficio, como prefieren llamarlo quizás quienes no comprenden el drama que Camus vivió como periodista de la resistencia en plena II Guerra Mundial.

40 años atrás, Gonzalo emigró a Medellín y quienes nunca más lo volvimos a ver sentíamos que en el estadio, en los micrófonos y en las calles de Pereira caminaba y hablaba su duende de periodista extrañado y entrañablemente apreciado.

Su análisis sobre el deporte y en especial sobre el Deportivo Pereira, siempre fue de juicios sin prejuicios ni sesgos. En mi opinión, el periodismo de Gonzalo fue de la misma línea de Hernán Peláez Restrepo, y si se quiere, de la misma escuela.

Con él, con dolor, vimos llegar a Pereira, en los años 80, los carteles de “inversionistas de Medellín” que desplazaron a dirigentes provenientes del empresariado y de la pereiranidad tan emblemáticos como Miro Malca, Alberto Mora Mora, Hernando López Molina y tantos otros de esa estirpe que se extinguió porque el fútbol dejó de ser un deporte para convertirse en un negocio, casi siempre sucio.

De Gonzalo hay que predicar lo mismo que Neruda dijo al conocer la muerte de Salvador Allende: “Aquí estás, como si aquí estuviera”. Realmente, pese a su ausencia física, Gonzalo siempre ha estado entre nosotros.