Es probable que su nombre no les diga mucho a las nuevas generaciones, pero quienes ya tenemos bastante kilometraje en el calendario, sabemos que el ingeniero industrial y experto en finanzas, César Augusto Castillo Ramírez, fue un estupendo alcalde de Pereira.
Sus quebrantos de salud lo alejan del escenario público y gremial donde su desempeño se distingue por su juicio equilibrado que le ha merecido respeto, admiración y el afecto de quienes le conocemos de vieja data.
Mi memoria fotográfica recuerda su determinación para tomar decisiones cruciales para el desarrollo de la ciudad.
Gracias a las gestiones de Ana Milena Muñoz, siendo ministro de Hacienda César Gaviria y ministro de Agricultura Gabriel Rosas Vega, ella hizo posible que Pereira tuviera la central de abastos de Mercasa. El problema que seguía era convencer a los comerciantes mayoristas que toda la vida estuvieron en la vieja plaza de mercados, para su traslado a Mercasa.
Con el apoyo del Batallón San Mateo, César ordenó el cierre de vías para evitar el ingreso de camiones entre las calles 15 a 17. En respuesta, le pusieron una bomba a uno de los almacenes El Caimán de la familia Castillo. César no se amilanó y el traslado se hizo efectivo.
Pereira no tendría hoy la Avenida de las Américas si el alcalde César Castillo y después Ernesto Zuluaga y Juan Manuel Arango no se hubieran puesto manos a la obra para avanzar entre Cuba y El Pollo. Porque avanzar es parte compleja en cualquier obra vial. César hizo su parte.
César fue el segundo de los once alcaldes hasta ahora por elección popular y entonces era de solo dos años, pero su eficiencia le alcanzó porque con la gerencia de Amparo Jaramillo de Drews, dotaron a Pereira del gran Parque Metropolitano del Café.
Como anécdota, ahora con el nefasto atentado a Miguel Uribe, recuerdo que en 1991 siendo candidato a la alcaldía, en el fragor electoral, un día vi que tenía un chaleco antibalas y varios escoltas. Le pregunté y me dijo: “el atentado personal es parte del presupuesto electoral”.
En la campaña para alcaldía en 1992, vi su talente y buen humor cuando en una reunión de gabinete llegó, se quedó mirándolos a todos y dijo: “veo bien que medio gabinete esté con Ernesto y el otro medio con los demás candidatos”.
Desde esta columna, enviamos a César un cálido saludo con nuestros fervientes deseos por la recuperación de su salud. Queremos verlo de nuevo en las trincheras gremiales, políticas y cívicas de la ciudad.
César es uno de esos guerreros de la vida que, como Prometeo, no se cansa de llevar sobre sus hombros, una y otra vez, la pesada carga de las responsabilidades que como pereirano, asume con la misma fortaleza, el trance que ahora enfrenta.