EL ENCUENTRO DE NARCISO Y ECO

​Narciso, tan bello que su hermosura competía con su vanidad, despreciaba a todas, hasta a la ninfa Eco, aquella quien fuera condenada a que se repitieran las últimas palabras; ese desprecio causó la muerte de la enamorada quien acudió a Némesis, la de la venganza, quien logró que el bello quedara atrapado y enamorado de su propia imagen, cuando la vio reflejada en el arroyo.

​Los narcisistas, quienes sufren de ese trastorno de la personalidad, tienen un grandioso sentido la autoimportancia, piensan que antes de ellos no hubo nadie, que sus logros son incomparables, se creen bellos y reaccionan con violencia a cualquier opinión que les sea adversa.

​A veces me pregunto si habremos caído en manos de un ególatra, de un narciso que se ha comparado con el redentor judío, pero odia a los judíos, de quien se autocalifica como el presidente de América, quien como el mesías ha llegado a Colombia a redimirnos de doscientos años de miseria, repite que es el milagrero que salvará a la humanidad de la extinción y la llevará al espacio infinito, mismo portador de la llama de la libertad y de la paz, aunque use como símbolo una espada y una bandera de guerra.

​En su discurso del día del trabajo, como Eco, la que no podía escapar a la repetición, repitió la misma puesta en escena que años antes Chávez protagonizara en Venezuela enarbolando la espada que nos dijo era la de Bolívar, así luciendo guantes blancos como los que mostraba en sus presentaciones el rey del rock y de la danza, Michael Jackson, el que también utilizó a los cirujanos plásticos para embellecerse, así el drama de Narciso y Eco se repitió ante la multitud de: fanáticos delirantes, de trabajadores y sus sindicatos, de estudiantes universitarios, de burócratas, de prepagos transportados con dineros públicos, muchos de ellos que nada tienen de trabajadores asalariados aún sometidos a caciques, otros que ni trabajan ni desean hacerlo y de los destructores de lo ajeno .

Con la espada quería mostrar ser el heredero del libertador don Simón Bolívar y así personificar a un defensor de los obreros y de los esclavos, reescribiendo, como lo hace permanentemente el socialismo, la historia que nos recuerda como nuestro héroe, el gran general Caraqueño, el guerrero que derrotó al poderoso imperio e unió a cinco naciones.

Ese obstinado que no se rindió ante la adversidad y un poderoso líder, era hijo de su tiempo, un oligarca quien tuvo la fortuna de educarse en Europa, lo que entonces si era un super privilegio, muy superior al de la prole de Petro que se educa y vive en el tan odiado mundo capitalista, tampoco es el libertador un ejemplo de adalid de la clase obrera puesto que no liberó a los esclavos, tampoco se mostró el más demócrata cuando propuso un modelo de monarquía hereditaria en Bolivia, aquel que fusiló a discreción y de sobremesa, afirman los historiadores que, de sus 11 espadas, ninguna de ellas fue la que blandiera Petro, como símbolo de algo que definitivamente no representa: la tolerancia, la paz, la democracia, sino lo que realmente es, una amenaza y un teatro para una masa que ni piensa, ni sabe, ni cree que ese estatismo nos conducirá a ese desastre que se sufre cuando la bolsa se comida que enriquece a los que la dispensan, con las guardias paramilitares, con el depender de la burocracia que nos permita leer lo que ellos leen, a decir lo que ellos dicen, a pensar como ellos piensan o a padecer la pérdida de todo cuando se discrepe.

Así el 1 de mayo vimos lo que la mitología griega y romana no soñó, la unión de Narciso y Eco, algo que no ocurrió y menos encarnados en una sola persona.