CUATRO AÑOS NO SON SUFICIENTES

La lógica democrática en Colombia establece que cada cuatro años se deben reemplazar alcaldes, gobernadores, presidente, congreso, diputados, concejales, en fin: todo el estamento de dirección municipal, departamental y nacional. Se supone que este ciclo evita perpetuidades en el poder, sesgos y desviaciones en el devenir social. Equilibra las cargas, en teoría.

Pero la realidad es otra. Lo que vemos cada cuatro años es una carrera contrarreloj: un sprint para acumular contratos, favores, rentas y “logros” apresurados que rara vez perduran. En el ecosistema político colombiano pululan especímenes precoces, adolescentes en su visión, pueriles en su deseo de poder. Esa inmadurez se refleja en un país y en unas regiones que trastabillan cada cuatro años; gallinas sin cabeza, loquitas en manicomio, dándose tumbos desordenados contra las paredes, sin norte estratégico.

Pereira no escapa a esa lógica. Aquí también florecen más “empresas políticas” que proyectos de ciudad. Negocios con un ROI calculado a cuatro años. Y mientras tanto, el territorio se nos desdibuja. Porque los políticos duran cuatro años, pero los empresarios, los gremios y los líderes de opinión duramos toda la vida. Somos transversales, somos prevalentes.

Vemos pasar a los unos y a los otros, quedarse, repetir o desaparecer. Nosotros quedamos. Y es por eso por lo que nos corresponde levantar la mano y llamar la atención.

Vayamos al caso puntual del aeropuerto. Llevamos este todo este año enredado con el tema: que ya no sirve, que hay que pensar en uno nuevo, que en Los Planes, que La Virginia, que en Cartago. Y mientras tanto, los politiqueros de turno venden la ilusión de vuelos directos a Madrid, como si eso dependiera de su “visión”. Ilusos. Aeropuerto tenemos para rato: ni al 50% de su capacidad estamos.

Que no venga ningún imbécil a sostener lo contrario. Y si ese imbécil además es candidato, háganle un favor a Pereira: no voten por él.

Ahora bien, sí hay que pensar a 20 o 30 años. Pero no a punta de comprar un lote atolondradamente ni de anunciar inversiones faraónicas que terminarán en elefantes blancos como Palestina. El verdadero debate no es dónde poner un aeropuerto, sino hacia dónde vamos como territorio.

Las dinámicas sociales y demográficas ya marcaron la pauta: Cierritos, La Virginia, Cartago. El norte está claro.

Y aquí está el argumento central: en vez de obsesionarse con la pista de aterrizaje, empecemos a trabajar en lo que realmente importa: incorporar a Cartago al Área Metropolitana Centro Occidente.

Ese sí es un paso estratégico. Eso sí define futuro. Eso resuelve, de paso, la crisis de territorios de frontera como Puerto Caldas, esa franja de nadie que hoy funciona como Gaza en miniatura. Ahí donde las autoridades de un lado y del otro prefieren mirar hacia otro lado.

Señores políticos: cada cuatro años vuelven a arrancar de cero la “planeación estratégica” del territorio. Yo les propongo algo distinto: empecemos a pensar en serio hacia dónde vamos, y qué condiciones debemos generar hoy para llegar allá. Cualquier planteamiento serio concluirá lo mismo: Cartago debe ser parte del área metropolitana. Es imperativo.

Cuatro años no son suficientes. Ustedes se irán, pero nosotros quedaremos. Si quieren que sus nombres pasen a la historia de esta ciudad, hagan algo inteligente: dejen de pensar en el ROI electoral de cuatro años y piensen en el devenir de este territorio. Porque el verdadero legado no está en cortar una cinta, sino en cimentar el futuro.

….

Juan Nicolás Gaviria es economista y magister en Administración de Empresas de la Universidad Javeriana de Bogotá. Especialista en Gestión Tributaria y Aduanera de la Universidad Libre Pereira, Empresario y emprendedor serial, presidente y fundador del primer sindicato de empresarios del país “Siempre Colombia». Agudo columnista de opinión en GQ Tu Canal.

GQ Tu Canal es un medio periodístico independiente y democrático que rinde tributo al derecho constitucional de libertad de expresión.

Las opiniones de nuestros columnistas son respetadas, y de su exclusiva responsabilidad.