Por primera vez el alcalde Carlos Maya reconoce que su alcaldía tiene tres mil contratistas de prestación de servicios. “Son más de cuatro mil”, dice el candidato Carlos Andrés Hernández, quien en 2019 reemplazó al suspendido alcalde Juan Pablo Gallo. Hernández agrega que él entregó al alcalde Maya 825 contratistas.
El alcalde me dijo que la cifra creció porque los contratistas de los extintos Instituto de Cultura e InfiPereira pasaron a la administración central. Se afirma que hay contratistas de Caldas y del Quindío sin carga laboral que no saben qué poner en los informes para pasar cuentas de cobro. Y deben ser más si agregamos las otras entidades descentralizadas del Municipio.
En campaña electoral para Alcaldía en 2015, el exalcalde Álvaro Ramírez González denunció lo que llamó “contratos basura”. Dijo que al Municipio le costaban $36 mil millones al año pagados con impuestos de los pereiranos”. Multiplicado por cuatro, el desangre del presupuesto municipal es superior a los $150 mil millones al año. Casi el recaudo del predial.
Se refería el Dr. Álvaro Ramírez a los contratistas que por determinado tiempo cumplen funciones específicas que supuestamente la administración requiere y no tiene cómo cumplirlas con el personal de planta.
El contratista debe tener el respaldo de un padrino político concejal, diputado, representante a la cámara, o senador.
Los contratistas son esclavos modernos. Reciben órdenes. Tienen continuada dependencia. Trabajan más que los funcionarios de planta algunos de los cuales se descargan en ellos. La carga de hormiga les exige llevar trabajo a casa, los fines de semana acompañan la logística del jefe del despacho y en épocas electorales estar al pie del jefe político.
Se conocen escándalos de políticos que les piden parte del “sueldo”, además de comprar y vender bonos, llevar gente al directorio, poner votos, y ser víctimas de constreñimiento electoral obligándolos a llevar listas de referidos.
Hay cosas que hacen aún más infame la relación indigna del contratista con la administración pública: deben pagar la totalidad de su seguridad social en salud, pensiones y riesgos laborales. Conocí un contratista a quien luego de un viaje, el jefe le reclamó no haberlo visto. “Guardándole la espalda, jefe, porque no tengo contrato y si me accidento, el responsable es usted” dijo.
No tenía contrato -porque para que no sean contratos realidad- se hacen dos veces al año por términos de cuatro meses, y trabajan gratis otros cuatro meses cuidando el puesto mientras sale el contrato.
Hay más y se puede escribir una novela sobre “los contrato basura” que, al igual que algunas esquinas de Pereira, solo faltan los gallinazos escarbando nuestras miserias cotidianas.





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