Era tal la vehemencia con que Laureano Gómez asumía la política, que sus propios copartidarios lo apodaron “El Monstruo”.
Claro que, en palabras del profesor Socarrás, se trataba más bien de una condición psicológica de origen paranoide, que este personaje alimentaba con paciencia para despedazar mejor a sus adversarios: así estos militaran en su propio partido.
Laureano se consideraba a sí mismo como nacido para hacer oposición. No tuvo adversarios, sino víctimas. Así obró no solo contra un conservador eminente como Marco Fidel Suarez _ a quien hizo renunciar de la Presidencia por atreverse a corregir cierto error gramatical cometido por “El Monstruo” en uno de sus discursos parlamentarios_ sino contra todos los gobiernos liberales elegidos de 1930 a 1946.
Y hasta en la ejecución del acto más noble de su parte, como fue la creación del Frente Nacional para erradicar la violencia partidista, manifestó un tenaz ánimo retaliatorio contra enemigos políticos suyos, como Rojas Pinilla o Gilberto Alzate.
Pero lo más extraordinario en la persona de Laureano Gómez no fueron sus desmesuradas pasiones políticas, sino el sistema que perfeccionó para atacar a sus contradictores. Que fue inspirado, sin duda, por la extrema derecha francesa de principios del siglo XX, encabezada por Charles Maurras.
Para sus integrantes, como el adversario político representa lo más despreciable que existe en este mundo, se trata de no concederle el menor espacio, ni la menor tregua: todo lo que él piense, todo lo que diga y todo lo que haga, no solo será controvertido, sino desdibujado, caricaturizado o malinterpretado sin piedad ni límite alguno.
La política es entendida entonces como una concepción maniquea del mundo, como el arte de atacar sin escrúpulos a cualquiera que nos dispute el poder.
Y para ello se la divide en dos campos irreconciliables: El de nuestros amigos, los de la pura doctrina, que son como el oro. Y el de “los otros”, que constituyen la desechable escoria. Y no se admiten matices o términos medios.
Lo anterior parecía sepultado por la historia, tomando en cuenta que Álvaro, el primogénito de “El Monstruo”, firmó la carta del 91, la más pluralista y tolerante que ha regido en Colombia.
Sin embargo, el expresidente Uribe y su combo trataron de reproducir las inefables tácticas políticas de Laureano. Aunque es dudoso que lo lograran, pues este jamás utilizó ciertas procacidades contra sus adversarios, como si lo hizo el hacendado del Ubérrimo.
Un hombre como el expresidente Gómez, que adornaba sus pasiones con un elevado acervo cultural, jamás utilizaría el lenguaje de verduleras que acompaña a ciertos actuales imitadores. Muy al contrario, varias de sus más duras intervenciones _ entre ellas el discurso contra Román Gómez, su copartidario_ todavía se consideran modelos oratorios, por la elegancia y casticidad de los términos empleados.
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Alfonso Gutiérrez Millán es abogado de larga trayectoria tanto en el sector público como privado habiendo sido Notario Tercero de Pereira, profesor universitario y excenso escritor ensayista cuyo estilo con profundidad filosófica y política se refleja en cada uno de sus textos. El Dr. Gutiérrez Millán es columnista de GQ Tu Canal.
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