COMFAMILIAR: LA NOVELA QUE NI RCN SE ATREVIÓ A PRODUCIR

Uno ya no sabe si darle el poder al amigo, al otro amigo o al enemigo. Porque esto ya no es una elección, esto es una campaña de acoso notarial.

Oiga, ¿y lo de Comfamiliar que? No, no, no. Qué cosa tan jarta, tan absurda, una novela turca eso que está pasando con esa entidad. Uno ya no sabe si está en Pereira o en Macondo. Se lo juro. Ni García Márquez alcanzó a imaginar tanto enredo, tanto personaje, tanto nudo, tanta vuelta rara como la que hay allá metida.

Porque lo de Comfamiliar Risaralda, ya no es una caja de compensación; es de fortín. Una piñata. Una joya de la corona donde todo el mundo quiere meter mano. Y eso se ve clarito. Porque es que ahí no hay institucionalidad, no hay reglas claras, no hay quién mande, no hay quién responda. Eso parece una finca sin doliente. Hoy hay junta, mañana no. Hoy hay director, mañana también, pero no es el mismo. Hoy es legal, mañana está impugnado. ¿Cómo así?

Y la cereza del pastel: la elección de la junta directiva. Ahí sí, mejor dicho, entramos en la temporada final de la novela. Todo el mundo pidiendo poderes como locos. ¿Usted tiene cámara de comercio? Entonces le timbran el celular. ¿Usted tiene empresa? Le caen por WhatsApp. ¿Usted respira? Le tocan la puerta. Que es que el gremio tal, que es que el sector tal, que es que fulano me lo recomendó, que es que si me puede regalar un poder. ¡Un poder! ¡Qué cosa tan miserable! Uno ya no sabe si darle el poder al amigo, al otro amigo o al enemigo. Porque esto ya no es una elección, esto es una campaña de acoso notarial.

Y entonces viene la parte más indignante: los notarios. Pobres, llenos de gente haciendo fila como si regalaran boletas para Bad Bunny. Vaya una vez, firme. Vaya otra vez, que no sirvió. Vaya otra vez, que lo objetaron. Y ahí va uno, gastando tiempo, plata y paciencia, para que todo se caiga por la letra de una convocatoria. ¡No más! ¡Respétennos!

Y claro, uno empieza a entender por qué tanta codicia. ¿Usted ha visto el presupuesto de esa caja? ¡Más de 600 mil millones de pesos! ¡Seis veces el presupuesto de muchos municipios! Y entonces uno dice: “ah, con razón”. ¿Y el manual de contratación? No, eso da pena. Tiene más seriedad la contabilidad de la panadería de la esquina. ¿Y la nómina? Ríase. Eso es una bola de puestos de quitar y poner. No hay carrera, no hay mérito, no hay nada. Solo palanca. Solo política. Solo favores.

Entonces uno se pregunta: ¿será que todas las cajas de compensación son así? Porque si esto es lo normal, entonces estamos jodidos como país. Pero si esto es una excepción, pues peor. Porque la excepción ya nos está gobernando. Y no contentos con eso, ya se están frotando las manos para tomarse la Cámara de Comercio de Pereira. Espérese el otro año. Vamos a ver otra vez el espectáculo. Otra vez las llamadas, otra vez los mensajes, otra vez los desconocidos suplicando por un poder como si fuera un billete premiado.

No, señores. Qué tristeza ver cómo se carcomen las instituciones de este municipio. Qué tristeza ver cómo se pierden los principios, la transparencia, la confianza. Y lo peor, con la complicidad silenciosa de muchos que prefieren callar o acomodarse.

Pilas pues, que esta novela, así tenga 3692345678… capítulos, algún día se tiene que acabar.