MITOS Y REALIDADES AEROPORTUARIAS


Según el historiador Mircea Eliade el térm_ino “mito” posee dos valores semánticos: Uno de ellos corresponde a “fabula”, “invención” o “ficción”. El otro, más utilizado por los científicos sociales, se refiere al estudio de ciertos relatos cuyo aprecio para determinadas comunidades es ejemplar, significativo y hasta sagrado.

En la memoria de los pereiranos coexisten varios relatos que en opinión de antropólogos, sociólogos e historiadores, pueden calificarse como verdaderos mitos de carácter municipal o regional; como ocurre con las cuasi épicas jornadas a base de reinados y empanadas efectuadas para construir el Hospital San Jorge, con las campañas del padre Valencia para levantar la villa Olímpica o con la tesonera labor de los creadores del departamento de Risaralda.

Un aura mitológica envuelve también los destinos del aeropuerto Matecaña, el cual fue levantado contra la opinión del gobierno nacional y se ha mantenido incólume por más de ochenta años.

Tan fuerte es la vinculación sentimental del aeropuerto con el imaginario de los pereiranos que el alcalde actual subió puntos en las encuestas cuando, en un debate ante las cámaras de la TV, acusó a un contendor de haber “conspirado” para cerrarlo.

Por el veterano aeropuerto pasamos todos, pero también centenares de miles de personas provenientes de la zona de influencia geopolítica de nuestra ciudad; las cuales se han visto obligadas a emigrar, porque la economía del área metropolitana Pereira-Dosquebradas no tiene capacidad para dar empleo a las oleadas de mano de obra que nos llegan; aunque parece que antaño si la tuvo, según estudios realizados en la U. Libre.

En resumen, hoy parece evidente que el modelo de desarrollo que disfrutamos por cerca de medio siglo está al borde de sus límites.

Tales circunstancias obligan a ampliar nuestro espacio de influencia económica, creando circuitos interconectados con nuevos espacios productivos como la zona franca de Caimalito y su próxima conexión férrea.

Sin la menor duda deberíamos incorporar de manera más efectiva regiones como el norte del Valle, mejorar nuestros lazos con el puerto de Buenaventura y apuntar con mayor ímpetu hacia la zona minera y maderera del Chocó.

Además, aunque técnicamente es posible continuar con la actual locación de Matecaña, la presión demográfica hace cada día más evidente que la zona donde está localizada nuestra mítica pista_ sumada a la del Batallón San Mateo_, conforma un verdadero enclave que distorsiona el desarrollo de la ciudad.

Pereira se encuentra en el centro del “triángulo de oro Bogotá-Medellín- Cali”. Precisamente por ello debemos pensar en grande y no solo ampliar nuestro aeropuerto de Matecaña sino agenciarnos el de Santa Ana, para conservarlo como reserva estratégica.

Además, más temprano que tarde podríamos operar las dos pistas en paralelo, como ocurre en Medellín. Todo lo cual parece ahora realizable por la deuda que Cartago tiene contraída con nuestra ciudad.

Urge pues que asumamos esta decisión geopolítica, entre otras razones porque ya otros intereses nos compiten con líneas de bajo costo desde Armenia y los manizaleños no descansarán hasta tener su propia pista, que podría tener ciertas condiciones superiores a las de Matecaña.

Nadie duda en mantener nuestras más míticas tradiciones, pero en este siglo XXI nada se opone a que además las combinemos con nuevas visiones de largo plazo y mayor alcance para nuestra querida ciudad.