En mi sentir, tiene toda la razón el gerente de Camacol Risaralda, Víctor Baza Tafur cuando dice que, “hay que despetrizar la discusión y discutir la búsqueda de soluciones”.
Con el gobierno Petro al gremio de la construcción – aun con ánimo conciliador- le está yendo como a los perros en misa. Cuando en Risaralda una constructora antes planeaba cinco proyectos de vivienda, ahora solo uno. Es un desastre el impacto sobre el desempleo y la cadena de productos y servicios que genera el sector.
¿Cuál es entonces el afán, el interés o la intención de respaldar aspiraciones políticas que de tiempo atrás tienen algunos gremios de la producción e instituciones risaraldenses de respetable tradición cívica que simbolizan el esfuerzo de construir ciudad para todos?
Es claro el enorme riesgo que ello implica y que lo más aconsejable sería retirarle leña a la hoguera despetrizando y desuribizando y desvargallerizando gremios e instituciones.
Ese comportamiento ideologizado está haciendo metástasis en casi todo el tejido social atizando la cruda polarización que vive el país y no es ajena a nuestro entorno risaraldense. ¡Qué jartera! No poder hablar de política sin que el diálogo se vuelva discusión emocional, odio, agravio y polémica e incluso confrontación personal.
Ya hemos tenido amargas experiencias de reconocidos líderes que en sus actuaciones comprometen a las entidades que representan olvidando, no solo que son transitorios, sino también que al ser elegidos o nombrados lo que tienen en su investidura es un mandato de representación.
En esos casos, siempre salta la pregunta de si esas actuaciones tienen autorización de las juntas directivas de esas organizaciones gremiales o institucionales, que a diferencia de las estatales o de gobierno, que en esencia son de origen político.
Conozco comerciantes y empresarios que ven error y daño al espíritu gremial e institucional cuando la politiquería permea estas organizaciones creadas por fuera de las ideologías.
La religión y la política son credos que solo deben estar en el fuero interno de los miembros de los gremios porque allí hay de todo, inclusive indiferentes e independientes así como agnósticos y abstencionistas.
Sea quien sea el o los elegidos, los gremios, por el bien de todos, tienen que trabajar con el gobierno y los políticos de turno bien sean locales, regionales o nacionales.
Ahora que se nos vinieron encima las campañas políticas para congresistas y presidenciales, crece el riesgo del sesgo político.
Lo que a veces parecemos olvidar es que en política cada día trae su afán y que los políticos pasan, la ciudad queda y las instituciones perduran.
Lo que sirve y la gente valora, es el servicio.