LA UTOPÍA DE OTÚN Y LA CUENCA, EN ALTO RIESGO

De Santa Martha conocemos la tragedia de un pueblo sin agua luego de 500 años de historia vivida a los pies de la Sierra Nevada que inspiró el magistral adiós de Bolívar al borde del sepulcro.

“Tengo al frente el mar Caribe, azul y plata (…) a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta.”

Veo el medio siglo de Santa Marta y también a su anacrónica y podrida clase política que desde todos los tiempos -al igual que su similar del resto del país- se ha robado impunemente los recursos de los acueductos, invadido tierras y talado bosques que generan agua sobre las fuentes del territorio.

Además, tiene al frente el tempestuoso mar Caribe del que bien podrían obtener aguas desalinizada. En casa de mi hija Natalia en Tel Aviv (Israel) pedí un vaso de agua. Al sentirla fresca, limpia y de buen sabor le pregunté si ya tenía agua dulce: -la del mar Mediterráneo, papá-

Santa Marta es el testimonio vivo de que este no es país subdesarrollado sino subdirigido.

De allí que quisiera que el pensamiento de Gustav Württemberger sobre la utopía de la cultura nos ayudara a entender la aplicación de la idea que tengo sobre el enorme barco cargado de agua, clima y biodiversidad que los pereiranos, dosquebradenses, marselleses y santarosanos tenemos en la gigantesca Cuenca Hidrográfica del Río Otún y en su conjunto, el Parque Nacional de los Nevados, hoy amenazado por una decisión de gobierno nacional.

Utilizando una hermosa metáfora surgida de la lectura creativa de la novela de Daniel Defoe, Gustav Württemberger dice que “Robinson Crusoe es la prehistoria de la utopía: No lejos de la costa de Utopía yacen los restos del barco malogrado, pero Robinson se ha salvado, ha logrado llegar a tierra y su capacidad de aprender a sobrevivido. El barco del saber ha naufragado, pero su poder puede regenerarse”.

Desde la ficción, en mi pensar, este relato define y resume en todas sus letras la historia de los saberes sobre nuestro territorio hidrográfico donde nace y navega sobre un enorme bosque nuestro río tutelar, como un enorme barco.

A lo largo de la historia hemos abusado, talado, sobre poblado, sembrado y defecado sobre el río y la cuenca hasta llevarla “a la costa de Utopía”.

De unos años hacia acá, unos Robinson Crusoe locales (léase Primitivo Briceño, Guillermo Castaño Arcila, Julio César Gómez, directivos de Carder y colectivos ambientales), lograron que su capacidad de aprender y enseñar sobreviviera y pusieron su poder de conocimiento y aprendizaje al servicio de la protección de esa utopía llamada Parque Nacional de los Nevados que la semana que pasó, los gobernadores de Risaralda, Caldas, Tolima y Quindío pusieron sobre alerta el alto riesgo en que el gobierno nacional quiere poder ese territorio ambiental.

Somos testigos de las mejores intenciones y recientes esfuerzos prácticos del gobernador, el alcalde de Pereira y director de la Carder por defender ese territorio sagrado y formulamos nuestros mejores deseos para que ellos y sus colegas de las demás regiones, sean los nuevos Robinson Crusoe que eviten el naufragio del barco que hará posible que Risaralda sea un modelo de bosque, agua, clima y biodiversidad en favor de la calidad de vida de nuestra gente.

Es la manera como se eliminaría el alto riesgo en que nos pretende poner el gobierno nacional cediendo tierras productivas de esa área para programas de reforma agraria, con el argumento peregrino de que los campesinos e indígenas sea guardianes ambientales.

¡Mamola! Si algo sabemos es que el pastoreo y los cultivos en la zona no han beneficiado la red hídrica ni de la Laguna del Otún ni de la Cuenca ni del Parques. Lo que allí debemos y queremos tener sobre esa zona es inversión, reforestación, amor y control.

Ya lo han empezado a hacer mediante plan de inversión para compra de tierras para reforestación el gobernador Juan Diego Patiño, el alcalde Mauricio Salazar, el director de Carder Julio César Gómez Salazar en coordinación con Parques Nacionales y esperando que los alcaldes de Dosquebradas y Marsella se pellizquen pasen del discurso al recurso.

El Parque Nacional de los Nevados es la salvación de nuestras ciudades en esta amenaza climática de alto riesgo que estamos empezando a sentir con tanta preocupación.

Que no nos pase lo de Santa Marta. ¡Salvemos la utopía ambiental!