Como alcalde, Carlos Maya siempre dijo una y otra vez que no tenía ni aspiraciones políticas ni se había hecho elegir para abrazar abuelas ni recibir aplausos.
Como exalcalde empezó a pagar con el patrimonio más sagrado de las personas y las empresas: la reputación. En las formas corporativas la reputación es un bien inestimable. Hay empresas que quitan patrocinios a deportistas cuando se involucran en escándalos.
Con el escándalo de Los Colibríes, tanto en la causa penal como en la contenciosa, mientras no haya sentencias judiciales, es prematuro endilgarle a Maya culpabilidad o responsabilidad alguna.
Lo demás es prejuicio y en el peor de los casos es pensar con el deseo producto de malquerencias personales o políticas, sin que se descarten motivos de por medio.
No es dado desconocer que los deplorables hechos fácticos de Los Colibríes tienen afectado al vecindario y provocan enconados juicios de valor de los contribuyentes por el desorden administrativo pagado con los impuestos locales. Es inevitable la sanción social.
Mientras se surte el trámite penal, al llamado Equipo de Cambio le cabe la responsabilidad política porque tanto en la campaña electoral de Maya como en su gestión, la consigna fue: El cambio continúa.
El caso es que las responsabilidades políticas no suelen ser reconocidas por los líderes de las agencias políticas. Y eso es papita para el loro en los debates electorales que se enfocan en sacar los trapos sucios de la política para que los electores se encarguen del voto de castigo, que pone a los políticos en el sitio que les corresponde. Inevitable.
Debo reconocer que el año pasado antes de las elecciones para alcaldía, el estratega del Equipo del Cambio, Luis David Duque García, en entrevista que le hice, dijo que “el alcalde Maya estaba desconectado de la ciudadanía y que por su culpa iban a perder las elecciones”.
No obstante, ni a los políticos ni a los toreros los sacan del ruedo aunque a unos los sentencien y a otros les prohíban las corridas. Pero para razones, el tiempo.
Maya, sus asesores, contratistas y la política, están en las miras de la justicia y la opinión pública donde se juzga el honor y la honra. El honor es lo que se defiende, la honra es lo que se pierde. Al final la gran perdedora es Pereira y eso duelo más de lo imaginado.
Bonus Track: Se posesionaron en Bogotá, como miembros de Sala General de la Universidad Libre, las abogadas pereiranas Victoria Eugenia Echeverri Arango y Ruth Estela Correa, exministra de Justicia.
Completan el grupo de Pereira en el máximo órgano directivo Unilibrista, los doctores Jaime Cortés Díaz, Fernando Cadavid, Miguel González Rodríguez, Marina León de la Pava y Jaime Arias López.