La laguna del Otún es lo más cerca del cielo que tenemos los pereiranos. Quizás por ello ha tenido gran importancia la visita encabezada por el gobernador Juan Diego Patiño; el alcalde de Dosquebradas Roberto Jiménez; Julio César Gómez director de Carder; la gerente de Aguas y Aguas, Mónica Saldarriaga y el contralor de Pereira, Perches Giraldo entre otros funcionarios inquietos por la reducción del espejo de agua del principal surtidor del acueducto de Pereira, Dosquebradas, Santa Rosa de Cabal y Marsella.
El río Otún tiene apenas 78 kilómetros de largo, nace allá arriba entre el páramo y la Laguna a 3.950 metros sobre el nivel del mar y desemboca en la Estación Pereira, abajo en el río Cauca.
La cuenca media del río es la zona urbana de Pereira donde recibe la mayor carga de contaminación, razón que trae consigo la construcción del proyecto PTAR.
En invierno el río es de alto riesgo para las viviendas ribereñas. En verano, con el cambio climático, es una quebradita que amenaza dejarnos sin agua.
La gran ventaja es el excelente manejo que históricamente ha tenido cuenca alta donde la reforestación y protección de los humedales, es clave.
Quienes estuvimos en la Laguna vivimos el contraste de la admiración y la preocupación. Es una gran felicidad estar en esas altitudes. Pero al observar el abatimiento de la laguna se siente tristeza y cargo de conciencia. No hemos hecho lo suficiente para contaminar menos y contrarrestar el cambio climático.
Aquí abajo los carros y las motos deterioran la calidad del aire y la calidad de vida. Allá arriba el ganado deteriora el suelo y aporta huella de carbono generando gases de efecto invernadero.
Por eso, gobernador, alcaldes y director de Carder anuncian la articulación institucional para comprar varios centenares de hectáreas y destinarlas a reforestación de especies nativas de páramo.
Vimos cómo, 18 años después, apenas están pelechando de nuevo el campo de frailejones devastado por el incendio de 2006. Eso no puede volver a ocurrir y se requiere controlar y educar a los turistas que desde Manizales y Santa Rosa suben a la laguna.
Los negacionistas del cambio climático deberían subir a la laguna. O mirar la colección de fotos antiguas de Álvaro Camacho cuando el agua era helada, los pereiranos usaban ruana y los vestidos Valher eran de paño inglés.
Es fácil decir que volverán las lluvias y la laguna se volverá a llenar. El casquete de nieve del nevado Santa Isabel ya no existe. Los humedales que el ganado ha dañado son irreparables. El páramo se calienta.
Olvidamos que la cuenca del Otún es el patrimonio más valioso de la ciudad. Que como humanos somos parte del ecosistema, que es tan frágil y vulnerable como nuestras vidas.