En la pugna electoral por el control del poder en la Universidad Tecnológica de Pereira lo único diferente, es que por primera vez se pone en funcionamiento un sistema de elección distinto al de la designación heliotrópica, o a dedo.
Justo es reconocer que, en la ampliación de la participación garantista de la democracia el nuevo mecanismo de elección del rector fue aprobado por el Consejo Superior, mismo que ahora trata de salir del berenjenal que pusieron en funcionamiento en noviembre pasado.
¿Qué hay detrás del proceso electoral en la UTP? Parece complejo pero es sencillo porque pertenece a la entraña misma de los objetivo misionales universitarios alentados por el pensamiento crítico, analítico y transformador y si se quiere, del mosaico de matices que conforman nuestra realidad como sociedad.
La confrontación en la UTP no es un asunto personal entre los candidatos Luis Fernando Gaviria Trujillo y Alexander Molina Cabrera, ambos con méritos y calidades indiscutibles para ejercer la rectoría de la más importante universidad de la región.
Entre ellos es evidente una contienda política entendida ésta como la lucha por el poder y todo lo que éste encierra. No obstante, este tipo de procesos también suele darse entre candidatos de un mismo origen partidista.
De allí que entre Gaviria y Molina también haya un pulso ideológico que marca la diferencia y a la vez una enorme dificultad para los acuerdos políticos normales cuando se tramitan estas aspiraciones.
No encuentro otra forma de describir esa diferencia ideológica distinta a lo que cada uno de ellos representa. Molina Cabrera es un estudioso ingeniero mecánico de formación de izquierda democrática. Como estudiante becado se esforzó y escaló posiciones dentro de la UTP hasta lograr su doctorado y asumir la decanatura de la Facultad de las cuatro ingenierías de la UTP.
Gaviria Trujillo es uno de los rectores que más aportes ha hecho en la última década al crecimiento académico y de infraestructuras de la UTP. Antes había creado la Facultad de Ciencias Ambientales y recién la Facultad de Ciencias Agroindustriales, dos modelos de educación pertinente al desarrollo sostenible del Eje Cafetero y del país, de paso ubicando la UTP en el ranking de las primeras cinco universidades públicas del país.
Se equivocan quienes pretenden una UTP confesional. Ni el propio Gaviria lo ha auspiciado. Lo vi en el foro de noviembre -del que fui moderador- poniéndole el pecho a las críticas de los estudiantes más recalcitrantes, dándoles la cara, con argumentos.
De tal manera que este proceso democrático corresponde exactamente a los pesos y contra pesos del espíritu democrático que cada quien defiende desde su propia concepción de democracia, sin que falte quienes se duelan del llamado “exceso de democracia”. Pero como dijo Churchill: “La democracia es la peor forma de gobierno exceptuando todas las demás”. (La aristocracia, la tiranía, las dictaduras).
A veces olvidamos que el fundador de la Universidad Tecnológica de Pereira fue un demócrata libre pensador que al llegar a esta ciudad sintió la energía emprendedora de sus gentes y visionó las bondades del territorio estaban hechas para grandes cosas.
Es probable que en la historia de Pereira, el abogado y exgobernador de Boyacá, Jorge Roa Martínez sea el más grande y emblemático pereirano nacido en otra parte.
En sus obras el historiador Hugo Ángel Jaramillo exalta el espíritu visionario de Roa dado que cuando llegó a Pereira esta era una ciudad fenicia, como la define Ángel para significar que estaba exclusivamente dedicada al comercio y fue Roa Martínez quien aquí sembró la semilla de la modernidad.
La narrativa de la historia de la UTP es suficiente para entender el espíritu universitario inspirado en su fundador quien no sacó de un cubilete ni la Universidad, ni el Instituto Técnico Superior de Pereira.
La UTP es producto del esfuerzo y la energía creativa de Roa Martínez y todos quienes a ella pertenecen y han pertenecido, inclusive, de quienes como este servidor, sin ser su egresado, dada mi cercanía por esa gran institución, puede dar testimonio de que la UTP como institución, está viva. Más viva que nunca.