LAS PAYASADAS DE MILLONARIOS Y EL PUNDONOR PEREIRANO

En el fútbol como en la vida, hay que decir como el poeta Barba-Jacob: “Hay días más azules que otros”. De acuerdo, pero, ¿Por qué los jugadores de Millonarios salieron chiflados del estadio Hernán Ramírez Villegas?
¿Y por qué el Deportivo Pereira como local, si apenas logró un agónico empate 2 por 2, salió aplaudido y vitoreado como si hubiera quedado nuevamente campeón?

Como diletante periodista que hace 50 años me inicié comentando deportes -en breve tránsito a las noticias y la opinión- fueron dos los motivos que nos hicieron vibrar a los pereiranos sin que nos moviéramos del estadio hasta que el equipo entró al túnel y a punta de aplausos obligó a los jugadores a levantar sus manos en signo de gratitud.

Primero, porque nunca traicionó su estilo de elaborar juego ordenado. Y además y más importante aún, por el descomunal pundonor deportivo que, a quienes tenemos más años encima, nos hizo recordar al Deportivo Pereira de César López Fretes en los años 60 que, entre otros, nos trajo la gallarda memoria de Bobadilla, Lezcano, Toscano, Pollo Díaz, Padilla, Libardo Mesa, El Gato González, Vega, Emilio Narváez y “Ciénaga” Manjarrés. Verdaderos guerreros.

El técnico Leonel Álvarez lo llama rebeldía. Yo digo que el Deportivo Pereira es pundonor puro. Pundonor: palabra que tiene magia y cuya semántica implica el sentimiento de mantener la buena fama y la superación de las dificultades. Eso es El Grande Matecaña.

Los hinchas aplaudieron y agradecieron a los jugadores y al cuerpo técnico del deportivo Pereira todo lo que le faltó a Millonarios: autoestima, honor, honra y dignidad. La palabra pundonor debería escribirse con h (pundhonor).

Ken Follett, el gran autor de la novela “El hombre de San Petersburgo” nos enseña que quienes escribimos debemos enamorarnos de las palabras y nos pide “sentirnos fascinados por los juegos de las palabras”.

Siempre me sentí atraído por el sentido y alcance de las palabras. Eso viví cuando leía el extinto libro gordo que casi como una ironía del lenguaje, la Real Academia de la Lengua Española lo llamó “El pequeño Larousse”. De la ironía a la paradoja, Larousse fue un impresor editorial y lexicógrafo francés.

Las paradojas intentan sorprendernos como cuando pudiendo ver al Deportivo Pereira cómodamente en la TV, uno va al estadio no solo para apoyar al Depor pagando la boleta y sentir el clima del juego, sino también por el supuesto imán del histórico Club Millonarios que hoy es un circo y alguna vez le llamaron “El ballet azul” por el juego brillante de Cozzi, Pedernera, Di Stéfano, Cobo Zuluagay y Rossi.

Ese legendario legado murió en Pereira el pasado sábado 25 de mayo cuando los pobres millonarios -sin tocarlos- y viendo el vendaval pereirano encima, se “desmayaban” en la cancha como muñecos de cera derretidos por la fresca tarde pereirana. Daba pena la pobreza millonaria, pero justificaba plenamente la eliminación en la Liga.

Las payasadas circenses de Millonarios fueron aún mayores cuando en la comedia de lo absurdo, Álvaro Montero, arquero de nuestra amada Selección Colombia, fue recriminado por el árbitro y chiflado por todo el estadio cuando intentando descontrolar al Pereira, demoraba el juego y luego le dio por cambiarse los guantes y los guayos. “Millos se cagó” gritaba el abrumador coro de las tribunas.

Ninguna de esas bufonadas les impidió a los jugadores del Deportivo Pereira sobreponerse hasta lograr el empate en el que, el más joven -casi un niño grande- (Samy Merheg), ganó el salto y de cabeza le puso el balón de la igualdad al más veterano (Darwin Quintero).

Y es seguro que, avergonzados en sus casas, Alejandro Brand y Willington Ortiz, y desde el cielo Jaime Morón, dijeron parodiando al estupendo actor Diego Trujillo: “Qué desgracia tan infinita”.