¿POR QUÉ LOS MUCHACHOS NO QUIEREN ESTUDIAR?

Recién le escuché a alguien decir que con el fenómeno social de las parejas que no quieren tener hijos, las aulas de los colegios y universidades tendrán que ser dedicadas para atender las mascotas.

El crecimiento de la industria de alimento para perros y gatos como animales de compañía es una señal inequívoca de la desaparición de las familias numerosas y el envejecimiento de la población.

En el caso del área metropolitana Pereira-Dosquebradas, con Medellín y Manizales estamos en el top 3 de las ciudades con mayor tasa de envejecimiento del país.

Recuerdo que desde hace algunos años las secretarias de educación de Pereira y Dosquebradas hacen llamados clamorosos a los padres de familia para que matriculen a sus hijos e incluso un alcalde ordenó que se hicieran jornadas de recorrido por los barrios buscando a los niños que no volvieron a la escuela.

Como lo indiqué en columna de la semana pasada, en el caso de las universidades privadas con cierto tinte de populares, es decir, con estudiantes que, como los de Pereira que para atender su matrícula en su gran mayoría son de escasos recursos, ellos o sus padres hacen créditos bancarios o al Icetex a costos financieros que paradójicamente son más baratos para comprar un carro que para cursar estudios profesionales.

Y les contaba de un ejercicio que en 2021 hicimos en la Universidad Libre en el cual detectamos externalidades que impactaban negativamente el nivel de las matrículas, siendo una de los principales el cambio de mentalidad de los jóvenes acentuado con la virtualidad académica después de la pandemia y del estallido social.

La atomización del núcleo familiar regional impactado por la migración hacia Europa y Estados Unidos en busca de trabajo y oportunidades creó el fenómeno de niños y jóvenes huérfanos de padres ausentes. Por esta causa son grandes las consecuencias sociales con el pandillismo y el microtráfico que se registra a diario, entre otros problemas generados por falta de autoridad paterna y formación familiar.

A excepción del SENA y de la UTP, a las universidades privadas de la región -a unas más que a otras- les ha afectado que la mentalidad de la muchachada cambió. Muchos colegios y universidades no han respondido al vuelco generacional. Ellos son nativos de la cultura de la tecnología y la era digital, lo que exige una oferta académica diferente y pertinente con las necesidades de los empresarios y del mercado.

¿Están los docentes de escuelas, colegios y universidades preparados para atender ese escenario en el que los muchachos vuelan con los motores apagados?

En el chip y en la agenda de cada día del segmento específico de los jóvenes de hoy que quieren crecer y fortalecer su formación para la vida, no está el ser doctor sino el conseguir plata rapidito y con el mínimo esfuerzo.

El otro segmento son los ninis. Se acaba de conocer un estudio según el cual en Colombia hay 2,9 millones de jóvenes entre los 16 y los 28 años que ni estudian ni trabajan. Yo agrego que tampoco cotizan a la seguridad social y no aspiran a pensionarse algún día.

Como durmiendo el sueño de los justos, de tiempo atrás, el país vive una crisis silente en el sistema educativo sin que se vean ni de cerca ni de lejos, señales de solución y cambio en el más importante de los insumos de la formación humana: la educación para la transformación.