Los famosos y controvertibles cien días de gestión de un alcalde y un gobernador son un embeleco, palabreja que la semántica castellana asemeja a engaño, engatusamiento y embaucamiento.
No nos digamos mentiras. Un gobernante no debería ser medido por sus tres primeros meses que incluso cuando hay continuidad política, se le van en el proceso ensayo-error.
Lo justo sería evaluar al mandatario en su primer año de gobierno. Ese primer periodo de administración del poder, que corre más rápido que los otros tres, son muy político-electorales.
Ahora vienen las elecciones para congresistas y luego vienen las presidenciales.
Si en primer año el gobernante no muestra de qué está hecho los otros tres serán de problemas, sufrimiento y dolor.
Un gobernante es el producto de un proceso político y es natural que lo primero que debe hacer, es cumplir los compromisos políticos adquiridos. Y, además, lo hace para tener gobernabilidad, lo cual es clave.
Los compromisos cumplidos son el patrimonio del político de oficio y son una creación del sistema para que por la vía de la financiación o de los partidos y movimientos políticos, sea posible la elección del mandatario lo que genera el control del poder en todas sus dimensiones.
Todo eso exige tiempo y en eso se le van los dos meses previos a su posesión y buena parte de las semanas siguientes.
Mientras tanto, el equipo del primer nivel va asumiendo y entendiendo lo que recibe, lo que es más complicado cuando hay alternación y los secretarios de despacho carecen de experiencia administrativa.
Y si son arrogantes y no tienen actitud de aprender rápido, peor.
Si no fuera por el riesgo del tape tape, sería ideal la continuidad de un gobierno.
Algunos gobernantes llegan al punto de no poder ir a ciertos sitios porque por ejemplo, su antecesor hizo un plan de vivienda sin acueducto ni redes eléctricas; o prorrogó contratos laborales; o dejó la olla raspada y deudas exigibles de cuantiosos montos. Los enredos de anteriores administraciones nunca faltan.
El gobernador Juan Diego Patiño ha sostenido al menos 150 reuniones coordinando planes y proyectos y escuchando a las comunidades y sectores productivos.
El alcalde Mauricio Salazar ha dejado una buena impresión atacando problemas sensibles a la ciudadanía como la seguridad ciudadana, consumo de drogas, tapando huecos, apoyando la Semana Santa y toda esa microgerencia que implica el mantenimiento de una ciudad como Pereira.
Falta mucho y el desafío es grande tanto para Mauricio Salazar como para Juan Diego Patiño. Les queda el resto del año, después, todo será más difícil.
Sí, los tales primeros cien días son un embeleco. Lo razonable es darle tiempo al tiempo.