Conozco pocas personas tan prudentes, medidas en sus opiniones y propicias a la concertación, como el ingeniero pereirano Javier Ignacio Ramírez Múnera.
A iniciativa del diputado Durguez Espinosa, la Asamblea de Risaralda le ha hecho un merecido reconocimiento. El reconocimiento justo y en vida, es de uso precario en el diccionario del canibalismo y los egos regionales.
Javier Ignacio ha ocupado varios cargos, pero me quedo con su papel estelar en las desaparecidas Empresas Públicas de Pereira. Fue uno de los gerentes que más protegió la cuenca alta del río Otún. Y claro, en la codirección de El Diario al lado de su hermano Luis Carlos.
Trabajé tres años bajo su rigurosa dirección en esa casa editorial. (1993-1995) Ahora que en junio de 2024 cumplo 50 años de ejercicio en el periodismo entiendo mejor mi periplo como editor del periódico que, dado lo aprendido- en mi sentir equivale a una maestría en periodismo.
Allí se trabajaba 15 horas diarias bajo la mirada escrutadora de Javier Ignacio, quien madrugaba a rayar el periódico. Quienes le conocen saben que, por temperamento, es proverbial su seriedad.
Cuando escucho la palabra coordinar o yo la expreso, me recuerda a Javier Ignacio, quien cuando surgían dificultades en alguna actividad periodística, luego de escuchar atentamente y sin interrumpir, nos decía: “Es cuestión de coordinar”.
A manera de anécdota personal, alguna vez hablando sobre las señales de tránsito, decía yo neciamente, que con los taches sobre el pavimento -que están ahí para reducir velocidad- el carro sufría menos si se pasaban a mayor velocidad. “Quien sabe qué dirán las rótulas”, me replicó sin inmutarse.
Tiene la virtud de saber escuchar y hablar pausado. Habla lento, pero piensa rápido. En el sitio donde se desarrolle una conversación se puede tener la garantía de que él no está pensando en los huevos del gallo.
Es claro que para él lo importante es entender. Aún lejos de El Diario no es ajeno al destino de Pereira. Lo sufre y lo disfruta a su manera.
Por el aplomo de sus opiniones hablan las columnas que escribió en el periódico fundado por su padre el exmagistrado Javier Ramírez González, pluma descriptiva, profunda y contestaria cuando tocaba, heredada por Javier Ignacio quien, al alejarse de los medios, perdimos una opinión valiosa y constructiva.
En los círculos sociales que frecuenta se le respeta y aprecia sin regodeos y siendo como políticamente es, un conservador de sangre azul metileno, en más de 40 años no lo he visto nunca como un godo sectario, fanático o radical.
Es grato coincidir con la Asamblea Departamental de Risaralda con el meritorio y justo reconocimiento a Javier Ignacio Ramírez Múnera, un gran pereirano.