LOS INTERESES, LA ENFERMEDAD DE LA SALUD

Llevamos varios años hablando paja sobre la crisis de la salud. Mientras tanto, duelen la crisis y las montoneras de usuarios de las EPS buscando soluciones a sus problemas de salud.

Amén de los enfermos en clínicas y hospitales generalmente bien atendidos, los usuarios acuden a gestionar citas médicas, reclamaciones, medicamentos y demás actividades que evidencian la enorme dimensión de la prestación de los servicios de salud tanto del régimen contributivo como subsidiado.

Es cierto que muchas personas reciben excelentes servicios, pero se acepta que luego de 30 años, la Ley 100 requiere reformas.

Hay quienes dicen que el sistema de salud es uno de los mejores del mundo, que la cobertura es universal y otras supuestas ventajas que son controvertidas por opositores que alegan perversas deficiencias del sistema, empezando por las astronómicas deudas a hospitales.

Se acusa que las EPS no son un servicio, sino un negocio. En especial de las que tienen integración vertical, factor clave de la corrupción que derrumbó a Saludcoop.

Hay excepciones. Atendí invitación de María Lorena Serna, gerente de la Nueva EPS, entidad sin integración vertical porque contrata con terceros todos los servicios, y es la segunda en tamaño con 10 millones de usuarios de los cuales en la regional Risaralda y Norte del Valle tiene casi un millón.

Leo la columna de Aurelio Suárez en la revista Semana titulada “Escuchar la razonable voz de la academia y los colegios de medicina”, misma que Aurelio dice compartir porque no desea “ni negocios ni saltos al vacío”.

Y luego del confuso vendaval de desinformación y críticos de la reforma, surge la academia, la que debiendo escuchársele desde el principio, llega para tapar las bocas que hablan más de sus intereses políticos y económicos que del derecho ciudadano a servicios de salud.

Quienes tenemos el privilegio de vivir en ciudades como Pereira, deberíamos reflexionar sobre las dificultades que tienen las personas que carecen incluso de las condiciones mínimas para acceder dignamente a servicios médico-asistenciales.

Los usuarios, incluso los que poco nos enfermamos, queremos una discusión y manejo inteligentes, sin esos radicalismos hirsutos y prepotencia de nuestros congresistas.

Que los políticos por una vez piensen más en la gente que en los protagonismos, intereses personales y políticos. Porque la verdad, la reforma les está quedando grande.