POLÍTICA MAFIOSA, EL DINERO Y EL PODER CORRUPTO

En los procesos electorales en especial, el dios dinero termina convertido en un diablo insaciable y en el peor enemigo de la democracia como instrumento público para elegir y ser elegido, limpiamente.

Michael Korda lo dijo mejor: “Toda la vida no es sino un juego para alcanzar el poder”.

Mucho se ha escrito sobre los desbordamientos de la política, el poder y el dinero, incluso a costa de sacrificios familiares, personales y de escrutinio social, lo que Francis Bacon definió como “El extraño deseo de buscar el poder y perder la libertad”.

Electoralmente llegamos a entender que sí se puede participar en política, pero que, sin dinero no es posible competir. Los ríos de dinero huelen en el aire y se denuncian. Pero puede más el océano de impunidad porque todo ese mundo está conectado con la sed de éxito en el poder político.

Con dinero o sin dinero, en el centro de toda disputa electoral está el poder. Desde una junta de acción comunal, concejales, diputados, congresistas, alcaldes, gobernadores y presidente de la República. Todos los escándalos locales y nacionales hablan, gritan y casi todo queda en titulares y anaqueles.

Escándalos como Las Marionetas, el internet para las escuelas rurales y la alimentación escolar, son excepción a las reglas violentadas, pero la plata nunca aparece.

Incluso la elección en altos servidores públicos en órganos de control y otras instituciones republicanas que se supone, se asignan en concursos de mérito, en la práctica, son de puerta giratoria y pago de favores que generan otros favores electorales. En ese sainete de funciones electorales cayó también la rama judicial empezando por las altas cortes cartelizadas.

Esta campaña de elecciones regionales es parte del juego creado para disputarse las posiciones de poder territorial, no pocas veces como sea, con quien sea y con lo que sea. Lo estamos viviendo en carne propia en los medios de comunicación. En mis programas Puntos de Vista y Ping pong político, casi siempre les digo a mis invitados novatos: Bienvenidos al infierno.

Recuerdo rodeado de escoltas a César Castillo, candidato a la Alcaldía de Pereira en la campaña del año 91.
-César, ¿y esos escoltas?-
-Sí Luis, hay momentos políticos en que el atentado personal es parte del presupuesto electoral- me dijo entonces.
Hobbes, padre de la politología moderna, 250 años atrás lo dijo de otra manera: “Nada es tan brutal como la vida entre los hombres civilizados”.

Para verificarlo en nuestros días, hay que leer La Costa Nostra, de Laura Ardila. El lector queda inmerso en una narrativa detallada de ese truculento y oscuro microcosmos de la política convertido en un fenómeno de subcultura mafiosa que permeó a la sociedad en la costa norte del país.

Hice un paseo de ese libro párrafo a párrafo, página por página y concluí que es evidente que Pereira vive un proceso de costeñización de esa política deleznable, de deterioro moral y de comprobación de una frase que recitaba mi difunto amigo Jaime Castaño Torres: “Al colombiano y especialmente al político, le encanta lo inmoral, lo ilegal y lo que engorda”.

Les invito a leer La Costa Nostra. Mejor aún, se los digo al estilo corrosivo del gran Jaime Garzón: “Vaya lea y vuelve pa` que hablemos”.

Esa costeñización, vía negocios, intereses y conveniencias, permeó amplios sectores de la sociedad. Es altamente productiva para ciertos grupetos que terminan inmersos en esa cruzada criminal.

Al principio muchos de ellos involucrados con silencio cómplice, por solidaridad de cuerpo o institucional, y ya después, sin poder encontrar la puerta de salida, como en toda empresa corrupta y traqueta. En esa encerrona moral -contra su voluntad real- gente buena termina eligiendo y convalidando a los mismos con las mismas. Después se quejan.

Se pueden contar con los dedos de las manos las personas que se meten al mundo político a servir. Conozco políticos y funcionarios que trabajan por el sueldo, a lo bien. Lo paradójico es que mucha gente sigue a un político sabiéndolo torcido y que se ha llenado los bolsillos con el erario, que no es otra cosa que los impuestos que los ciudadanos pagan.

En política, el poder tiene muchos enemigos declarados, pero destaco tres: el dinero de los malos y el ego de los buenos. Y un tercer enemigo oculto: la indiferencia. Quizás por eso Luther King sentenció: “Peor que la maldad de los malos, es la indiferencia de los buenos”.

Nunca como en estos tiempos, a la hora de elegir, ha sido más válida esa sentencia del líder y mártir norteamericano.