Luego del descalabro de los dos gobiernos municipales anteriores castigado el primero cayendo de 120 mil votos a la mitad y el segundo derrotado por más de 20 mil votos, lo que le queda al triunfante actual alcalde de Pereira es caminar sobre las brasas, o sea, la prueba de fuego a enfrentar en el año 2025.
Mauricio Salazar tiene sobre sus hombros la pesada carga de superar las expectativas y llenar las esperanzas que los pereiranos tienen de su gestión, que deben ir más allá de las luces de navidad y eventos festivos.
Cuando se tiene conciencia de la tramitomanía y lentitud de lo público; cuando la construcción de un plan de desarrollo se toma seis meses; cuando la contratación de estudios y diseños parte de cero porque en Planeación no hay nada, no es objetivo calificar ni exigir grandes ejecutorias en el primer año de un mandato.
En Bogotá, el alcalde Galán dice que tiene más de 1.500 frentes de obras viales, pero no dice que todas las obras del Metro se las dejó contratadas la alcaldesa Claudia López. En Cali, el Concejo apenas la semana pasada le aprobó al alcalde Eder un multimillonario crédito para reactivar la economía local.
En Pereira los alcaldes Gallo y Maya le dejaron a Mauricio Salazar obras inconclusas como la glorieta de Corales y la Av. Los Colibríes y una movilidad caótica en los cuatro costados de Pereira, pues el Megacable, muy bonito, mueve apenas seis mil pasajeros mensuales, la mitad de lo requerido para que sea medio sostenible financieramente.
Es vox pópuli que Pereira y Dosquebradas viven el drama cotidiano del caos de movilidad en ambos sentidos. Pero en Dosquebradas el alcalde Jiménez no va para ningún Pereira. Ni fu ni fa. Es patético lo que pasa en Dosquebradas.
El alcalde Salazar ha pavimentado varias vías que daban grima, aunque quedan otras con huecos cada vez más grandes. Y si Pereira requiere algo urgente, es el alumbrado público. Hay sectores y parques que están en tinieblas y dan miedo.
La seguridad ciudadana no ofrece una sensación de riesgo, pero crece la inquietud por las venganzas entre grupos criminales que infunden terror. El alcalde como las autoridades de policía se equivocan si pasan de agache. Así empezaron Tuluá y Buenaventura donde las bandas criminales a sangre y fuego marcan territorio. Después no puede entrar ni Mandrake. Hay que decirlo, la autoridad y el poder del Estado de Derecho, son imperativos.
En otros frentes, Salazar hace presencia y ejecuta acciones del deber ser en educación, bienestar, cultura, salud y motiva a las comunidades con eventos que al pueblo le gustan y algunos críticos rechazan. Cuestión de estilos. Aunque al final, cuando la prueba de fuego termine, los mismos que hoy bailan, mañana critican y crucifican.
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