DE PROMESEROS LÍBRANOS SEÑOR

​Las elecciones se convierten en un contrato mediante el cual la gente, escoge entre personas, organizaciones y propuestas de: hacer, respetar, conservar, a tal punto que, en nuestra legislación, esas promesas se convierten el un qué hacer, respetar, conservar de obligatorio cumplimiento, sobre el cual pesa la pena de la revocatoria del mandato, cuando una de las partes, el elector, decide si le han incumplido, en pocas palabras si resultó engañado al elegir.

​La formalización de la cancelación del contrato por medio del cual se le encargó al postulante, aparece por el muy frecuente engaño y acaso premeditadas propuestas que se hicieran sin la voluntad o las condiciones para cumplir, aprovechándose de la credulidad de la gente, hecho particularmente cierto cuando la sociedad se encuentra en encrucijadas y peligros: la escases de alimentos, de seguridad, de salud, de tantas cosas hacen de caldo de cultivo para que los promeseros, los populistas hagan su agosto y se apoderen de lo ajeno para su beneficio.

​Dice el refranero popular que el que miente roba, y si de mentirosos se habla, Colombia los ha sufrido pero este mal, el cual, como la corrupción, crece y crece, cayendo en manos de vendedores de ilusiones; para no irnos muy lejos, recordemos casos tan emblemáticos como el de Santos, quien dijo, juró y prometió lo que incumplió el mismo día que asumió lo que la gente, entre quienes nos contamos muchísimos, creímos haría, respetaría y conservaría.

​ Petro superó a sus antecesores; ofreció el cambio, publicó unas tablas de la ley parodiando a Moisés; basta revisar sus promesas, aquella que se iniciaba con el no convocaré a una constituyente, encargaré la diplomacia en manos de los más expertos y el manejo de lo público a los más capaces, rebajaría el costo de la vida para que los menos favorecidos lograran mejorar sus condiciones de vida, sostenía que acumular el poder en manos del gobernante era un sacrilegio, que haría la paz en menos de noventa días y además afirmó que de no lograrlo la gente debería destituirlo, pues esta era la razón fundamental de su empeño y la cuenta de las promesas es larga y aún mayor los incumplimientos.

​Lo cierto es que la paz total es un fracaso total, el gobierno de concertación desapareció como se pierde el agua entre los dedos, el costo de la vida sube y sube por cuenta de los impuestos que pesan sobre el pan, la energía, el trabajo; las divisas llegan por la puerta de atrás gracias al incremento de la coca, al mismo tiempo la diferencia entre lo que cobra este gobierno alcabalero y lo que gasta se equilibra con deuda que crece por billones de pesos, derroche que ya es un alud imparable.

​Creíamos que, con la designación Montealegre habíamos llegado al fondo, pero aceleró el cambio de los buenos al nominar a un pastor sin rebaño ni parroquia, quien dijo que desaparecería el covid a medida que alisaba una pelota de caucho, declaró que se debe cerrar el congreso y la prensa y está encartado como casi la mitad del gobierno, por casos de corrupción.

​Constituyente mediante, acompañado de asesinos y delincuentes en la plaza pública, desapareciendo cuando no llagando tarde sin justa causa, y como hacen los raponeros cuando gritan, señalando al infinito, cójanlo, cójanlo, cuando la gente reacciona y trata de capturar al delincuente, para así culpar a terceros de la destrucción de lo poco que quedaba de una patria “orgullosa de su pasado y segura de su porvenir” como calificaba Oscar Giraldo a la Pereira de antaño.