GRACIAS UCI

Nunca había sido hospitalizado. Poco antes del anochecer del pasado viernes 30 de agosto sucumbí a todos los dolores y malestares de lo que parecía una gripa agresiva y que al miércoles siguiente resultó ser infección por el fatídico dengue hemorrágico del que, según estadística, mueren el 50% de los infectados.

Trombocitopenia es el nombre científico de la infección que derriba las plaquetas o barreras de defensa del torrente sanguíneo, digo yo, con la misma tendencia de velocidad que un político pierde las elecciones después del conteo de las primeras mesas.

A dos semanas y aún en proceso de recuperación me pregunto que me hubiera sucedido si esa misma noche no tuviera el servicio UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), que me atendió cinco días en la Clínica Comfamiliar.

Quienes no nos enfermamos creemos que eso no es con nosotros. Incluso, somos tan ignorantemente felices, que difícilmente creemos que vamos a morir. Paradójicamente -como en la caja de Pandora- en medio de la crisis sentí el alivio de la esperanza al llegar a extraño mundo de la UCI, mismo que solo conocía de oídas en pandemia.

De tal manera que viví el rigor del impacto sicológico de la noche del miércoles 4 de septiembre al ser llevado por la ambulancia de Red Médica Vital con la nariz taponada (seis días respirando sólo por la boca). En las madrugadas la lengua y la garganta eran como una arenosa cueva en el desierto. Hidratación y más hidratación.

En UCI se me exigió inmovilidad y tranquilidad total. Son muy rigurosos. Sólo con la compañía de mi esposa Diana. Todo el tiempo, en medio del sonido inagotable de los equipos tecnológicos y en el centro del gran salón, 24 horas funcionarios en sus computadores, mientras personal médico y de enfermería hacen chequeos, toman muestras de sangre, de presión arterial y lo mejor: reportan avances lentos pero alentadores en la recuperación de plaquetas.

Llegué con 11 mil plaquetas y la misma noche bajaron a 7 mil. Un día después subí a 17 mil 500 y al cuarto día a 32 mil. Siempre por debajo de las 60 mil plaquetas (zona de alto riesgo). El miércoles 11 la Dra. Córdoba del equipo de hematología autoriza continuar tratamiento médico riguroso en casa.

Más allá de mi caso personal, detecté que hay una enorme fragilidad que poco ayuda a la comunidad médica ante la inexistencia de data sobre la trazabilidad de la ficha médica personal o familiar de los pacientes. Las clínicas y EPS carecen de información histórica rigurosa. En mi caso las muestras diarias se aprovecharon para investigar la trazabilidad de posibles enfermedades en la sangre.

No hubo rastros de anemias, hepatitis, vih, púrpura o trazas que impidieran la producción propia de plaquetas, obviamente con la ayuda científica. El reto de nuestra institucionalidad científica es también el de integrar la data de la historia de las familias al sistema nacional de salud.

Ahí voy saliendo de la bancarrota ya con 182 mil plaquetas a mi favor y recuperando energías perdidas. con las medicinas, buena alimentación y algo que nunca olvidaré: el cariño de los amigos y de personas que no conozco, pero que sienten que soy parte de ellos en servicio y el amor a nuestra ciudad y nuestra región.

¡Qué alivio saber que, gracias a la ciencia médica, la tecnología y el profesionalismo de la Clínica Comfamiliar se pueden superar los estados críticos y complejas de salud y que una vez camino a la recuperación, otras personas pueden ocupar esos espacios de cuidados intensivos, que, si no existieran, tampoco habría esperanzas.

Pereira está en el camino de consolidar su infraestructura de servicios de salud en niveles de alta complejidad. Me dice el Director Luis Fernando Acosta que Comfamiliar necesita arbitrar $10 mil millones frescos para gestionar el fortalecimiento de la Clínica. Es ahí donde la ciudad necesita consensos, acuerdos y armonía institucional en medio de las diferencias que puedan tener las altas direcciones. El servicio no es lo primero, es lo único.

La ciudad debe cerrar filas en torno al proyecto de Hospital Regional de Cuarto Nivel que al lado de nuevas instituciones como Clínica Los Nevados, Clínica San Rafael, Pinares Médica y el esfuerzo que hace la UTP para capacitar más médicos especialistas en salud de alta complejidad, nos posiciona como una ciudad de avanzada en salud y en calidad de vida.

En el caso de Comfamiliar Risaralda, su clínica no es otra cosa que, con sus aciertos y vacíos, se convirtió en un patrimonio de alto valor para la ciudad y la región. Así lo demostró en la pandemia y así lo sentimos quienes, como este servidor, ha sido testigo de excepción del privilegio de contar con una institución que te dio esperanza y te salva la vida. Gracias UCI, gracias Comfamiliar, gracias.

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