LA UTP Y LA ELECCIÓN DE RECTOR

Como pocas veces en su historia, la Universidad Tecnológica de Pereira está viviendo un presente aceptable y un desafiante futuro que cuelga de la elección de rector de cara a las transformaciones buenas y malas de la educación colombiana.

Buenas, por los avances tecnológicos que universalizan el acceso al conocimiento. Y malas, porque la muchachada no quiere o no puede estudiar, porque según el DANE, más de un millón de jóvenes son ninis. Ni estudian ni trabajan.

Se agrega que la población se envejece, las parejas no tienen hijos sino “perrhijos y gathijos” y muchos jóvenes solo quieren ganar dinero rápido, viajar y hacer cursos cortos.

Hoy la UTP es una institución fractal y polarizada. Desde hace ocho meses hay una disputa por el poder. En el berenjenal de la elección de rector la UTP rivalizan el exrector Luis Fernando Gaviria y el decano de la Facultad de Ingenierías, Alexander Molina.

Ambos aspirantes representan fuerzas ideológicas diferentes (lo cual es natural en el ambiente universitario). Ambas quieren el control y así, en ese clima de tensión, se han cumplido las votaciones. Punto aparte son los siete exrectores cuyo representante tiene un mandato dividido 3 a 3.

Al no lograr mayoría calificada (6 de 9), el Consejo Superior ha tratado inútilmente de elegir rector. Gajes de la democracia. Pero lo bueno es que, en medio del debate la UTP mantiene normalidad académica.

A diferencia de otras universidades, en la UTP -con excepciones incidentales al parecer de fuerzas externas- se ha dado ejemplo al hacer posible el debate, la oposición, la propuesta y la opinión mediática haciendo honor al espíritu de la academia ligado a la libre expresión de ideas, pensamiento crítico y respeto volteriano por la opinión ajena, aunque no se comparta.

Es sabido que cualquier daño que sufra la UTP repercute en la ciudad. Y por ser la UTP un acervo de capital cívico y social, Pereira tiene derecho a esperar lo mejor de la Universidad que ayudó a fundar.

Con frecuencia hablo con los dos aspirantes a la rectoría. El Dr. Gaviria dice que su padre le enseñó a terminar lo que se comienza. El Dr. Molina afirma que la UTP necesita un salto de calidad y renovación. Ambos saben que este es un pulso por acceder al poder para servir a la ciudad y, ante todo, a la juventud por estos días apática a las aulas y empática con cosas de menor valor que la educación.

En conclusión, más que un problema, la UTP y en especial sus directivas, tienen el reto de superar esta coyuntura política, ideológica e institucional y marcar un nuevo punto de partida hacia una Universidad con músculo académico, mejores resultados en investigación, más cobertura en proyección social y una gobernanza armónica.